Cadetes y estudiantes. Mayo 1899

12.08.2024

Por José Javier Rodríguez Pastor, coronel de Caballería (retirado)

Grabado que representa los disturbios entre cadetes y estudiantes en las calles de Valladolid
Grabado que representa los disturbios entre cadetes y estudiantes en las calles de Valladolid

Siempre se ha presumido y no sin razón, de las buenas relaciones que la ciudad de Valladolid ha mantenido con la Academia de Caballería a lo largo de su historia. Pero como ocurre con los buenos amantes, esto no siempre fue así y también tuvieron sus desencuentros. Entre ellos, destacan los sucesos acaecidos en mayo de 1899 en los que se produjeron violentos enfrentamientos entre civiles y militares en las calles, hasta el punto de declararse en la ciudad el estado de sitio[1].

El origen, parece ser, fue la disputa amorosa entre un cadete[2] de la academia y un estudiante universitario[3] por conseguir los favores de una de las señoritas distinguidas de Valladolid –algunas crónicas señalan que se trataba de la hija del Gobernador civil de la provincia Sr. Muñiz–. De este asunto, en principio tan baladí, cadetes y estudiantes hicieron una cuestión de clases y ambos bandos acabaron protagonizando graves altercados de orden público los días 12 y 13 de mayo que causaron gran alarma entre la población.

Estos hechos que, en otro momento histórico, no hubieran pasado de anecdóticos, se convirtieron en un chispazo que conmovió a España entera, dada la naturaleza de los contendientes y el trasfondo social que existía tras la reciente pérdida en 1898 de las últimas colonias. Buena prueba de ello es el amplio eco que los sucesos tuvieron en toda la prensa nacional.

A raíz del Desastre del 98, existía una separación evidente entre la sociedad civil y el estamento militar. Este último acusaba a los políticos y periodistas de cobardía y falta de patriotismo y les responsabilizaba de ocasionar todas las desgracias de la patria. Paralelamente, sectores influyentes de la opinión civil utilizaron el testimonio de los soldados que, a su regreso, desvelaba las penalidades en la que se había luchado y los relatos, verdaderos y falsos, de corrupción, traición e incompetencia profesional que se achacaban a los militares de ultramar, para satanizar al Ejército y hacerle culpable de todos los males[4].

Teniente general Álvaro Suárez Valdés, combatió en las campañas de Cuba y fue Capitán General de Castilla la Vieja entre los años 1898 y 1907
Teniente general Álvaro Suárez Valdés, combatió en las campañas de Cuba y fue Capitán General de Castilla la Vieja entre los años 1898 y 1907

Por todo ello, en mayo de 1899, cuando ocurrieron estos sucesos en Valladolid, el Ejército se encontraba más que nunca en entredicho, el sistema político era cada vez más cuestionado y los militares se distanciaban de los paisanos con inquietante peligrosidad[5]. Ante este estado de cosas, parece explicable que la prensa local intentara en sus primeras publicaciones quitar hierro al asunto y publicar solo unas breves notas. Sin embargo, la gravedad de los sucesos obligó, ya el día 14 de mayo, a que se publicaran los hechos sin tapujo alguno y que la prensa nacional hiciera un gran seguimiento de los mismos.

Hecha esta introducción, y una vez leídas las crónicas periodísticas de aquellos días –no todas ellas coincidentes en cuanto a responsabilidades y detalles de los sucesos- me he atrevido a confeccionar un relato, creo que objetivo, de los hechos que ocurrieron en Valladolid en aquellos días del mes de mayo de 1899.

El origen puede considerarse todo un clásico. Un estudiante universitario[6] sostenía relaciones amorosas con una señorita, hija de una persona importante de Valladolid. Riñeron los novios y, al poco tiempo, un alumno de la Academia de Caballería se declaró a la señorita. Enterado el estudiante y poseído de furiosos celos, se produjo el día 10 de mayo una discusión entre ellos en la calle Obispo (actualmente calle Fray Luis de León). De las palabras pasaron a las manos y a resultas de la pelea, el alumno militar, que llevó la peor parte, resultó contuso en la cabeza. Según algunas versiones, también podrían haber intervenido en la reyerta alguno de los compañeros de piso del estudiante y que, lejos de calmar las aguas, habrían tenido influencia en su resultado.

Esta última versión debió llegar a oídas de los alumnos de la academia, por lo que consideraron que su compañero había sido víctima de un ultraje que era necesario vengar. Al día siguiente, jueves 11 de mayo (día de la Ascensión), un grupo de alumnos con aires poco conciliadores se presentó en las proximidades del domicilio del estudiante dispuesto a vengar la afrenta, pero la presencia de efectivos de la guardia civil en la zona evitó que se produjera un choque serio. No obstante, al parecer, alumnos y estudiantes habían quedado citados para dirimir sus diferencias en la plaza de toros, donde esa tarde se celebraba una corrida. Este encuentro finalmente no llegaría a producirse, ya que el director interino de la academia[7], enterado del asunto, prohibió a los alumnos su asistencia a la plaza de toros. Ese mismo día por la noche, en el Circo Frontón de Fiesta Alegre, varios alumnos que presenciaban el espectáculo fueron silbados por los estudiantes y, según la prensa, se produjeron allí escenas desagradables entre unos y otros. La alarma cundió entre el público cuando los alumnos desenvainaron sus sables[8]. Afortunadamente, la oportuna mediación de los acomodadores del recinto y, en general, la actitud conciliadora del público asistente, calmó la ira de los contendientes y se restableció la calma. No obstante, quedaba claro que el ambiente entre alumnos y estudiantes se volvía cada vez más tenso.

Circo Frontón de Fiesta Alegre. Recinto deportivo, ubicado en la calle Muro, inaugurado en 1894. Ya en el siglo XX, el edificio tuvo otros usos hasta ser derribado en 1967
Circo Frontón de Fiesta Alegre. Recinto deportivo, ubicado en la calle Muro, inaugurado en 1894. Ya en el siglo XX, el edificio tuvo otros usos hasta ser derribado en 1967

En la mañana del viernes 12 de mayo, se observaba una gran agitación en la universidad. Los estudiantes habían sido convocados a una asamblea que debía celebrarse a las 10,30 para tratar sobre el clima de tensión que ya era evidente que existía con los alumnos de la academia. Dicen las crónicas que allí acudieron alrededor de 500 estudiantes, que después de largas discusiones no llegaron a ningún acuerdo y que en algún momento de la misma contó con la presencia del alcalde de la ciudad señor González Lorenzo, quien hizo un llamamiento a la calma al que los estudiantes contestaron que estarían dispuestos a zanjar el asunto si por parte de algunos militares "les dieran las satisfacciones que exigía el decoro de la clase". Al término de la reunión, algunos grupos de alumnos se dirigieron a la Acera de San Francisco, lugar que por entonces era uno de los espacios preferidos por los vallisoletanos y por lo tanto siempre muy concurrido.

Vista de la Acera de San Francisco a principios de siglo XX (plaza Mayor). Escenario de los primeros enfrentamientos.
Vista de la Acera de San Francisco a principios de siglo XX (plaza Mayor). Escenario de los primeros enfrentamientos.

Allí se encontraban algunos estudiantes, cuando sobre las 13,00 horas pasó un grupo de cadetes que, tras acabar sus clases, se dirigían a sus domicilios[9]. Parece ser que, a su paso, recibieron algunas palabras burlonas por parte de los estudiantes y que los alumnos, molestos con su actitud, replicaron con viveza. De las palabras pasaron a los insultos y, de repente, sin saber bien como, ya cerca de la calle Duque de la Victoria, unos y otros se acometieron con violencia. Los cadetes, dicen algunas crónicas, arremetieron con los sables a los estudiantes, y estos se defendieron con piedras y palos. Incluso las sillas del paseo fueron utilizadas como proyectiles. Otras dicen que no mediaron otras armas que los propios puños, algún bastón y alguna fusta que los militares llevaban[10]. Con gran alboroto, la gente corría aterrada de un lado a otro y los comercios cerraron sus puertas buscando proteger sus escaparates de la lluvia de piedras. Otros paisanos también se unieron a la pelea. Los esfuerzos de profesores personados en la zona y de algunos oficiales del Ejército que transitaban por allí resultaron inicialmente infructuosos, pero finalmente y después de una media hora de disturbios, lograron que los cadetes formaran en filas y, tras el correspondiente "chorreo", se retiraran a sus domicilios. Al mismo tiempo se presentó en el lugar de los hechos el gobernador civil con una numerosa fuerza de orden público y guardia civil que consiguieron disolver, no sin esfuerzos, los grupos de paisanos que permanecían en la zona. Hubo heridos y contusos por ambos bandos, sin que se pudiera contabilizar bien su número, ya que muchos habían sido atendidos en sus domicilios.

Como a las cuatro de la tarde, se formó en la plazuela de Santa María[11] un grupo numeroso de estudiantes armados de palos y bastones que se dirigió por las calles de Arribas, Cascajares, Cánovas del Castillo y Fuente Dorada a la plaza Mayor. Durante este trayecto, salió a su encuentro el gobernador civil, cuyos intentos verbales por disolverlos resultaron en vano. Por el contrario, el grupo fue engrosando durante el recorrido y no solo con estudiantes, también con curiosos que deseaban ver como acababa todo. La manifestación siguió por la calle Santiago, donde ya se empezaron a ver fuerzas de orden público desplegadas, hasta alcanzar la plaza de Zorrilla. Allí, el grupo más numeroso pareció disolverse y el gobernador, que había seguido la manifestación, se retiró por la calle Miguel Iscar.

Sobre las 18,00 horas salieron los alumnos de la academia, unos se dirigieron a la calle Santiago y otros al paseo Zorrilla, sin que al principio no se notara más que una marcada hostilidad entre cadetes y estudiantes. Cabe señalar que en aquellas horas dichas travesías se encontraban muy concurridas. Al gran número de paseantes, estudiantes y curiosos que estaban presentes, se añadían los obreros de los talleres del ferrocarril que salían de su trabajo. Todos se sorprendían de la presencia de un anormal número de efectivos de la guardia civil y de agentes de orden público.

Vista de la Calle Santiago en los primeros años del siglo XX. Fue también escenario de los enfrentamientos entre cadetes y estudiantes
Vista de la Calle Santiago en los primeros años del siglo XX. Fue también escenario de los enfrentamientos entre cadetes y estudiantes

Sin saber bien quien o porqué empezó todo, lo cierto fue que militares (cadetes y oficiales del Ejército de distintas graduaciones que paseaban por la zona) y paisanos (estudiantes y algunos obreros que les unieron), se enzarzaron con gran enardecimiento en un choque violento en el que se vieron sables, espadines, palos y bastones. El número de heridos y contusos fue numeroso. A duras penas, la intervención de algunos mandos militares y de la guardia civil a caballo consiguió separarlos y llevarse a los alumnos formados a la academia. Aquellos que se encontraban diseminados por la población fueron recogidos por los jefes y oficiales de vigilancia en cuarteles como el de San Benito, para más tarde ser igualmente conducidos a la academia.

Seguidamente, la guardia civil cargó sobre los grupos de paisanos golpeando de plano con los sables. Esto excitó mucho los ánimos de los presentes y, de inmediato, obreros y estudiantes organizaron una gran manifestación que recorrió las calles del centro coreando gritos a favor del pueblo y en contra del Ejército.

Al anochecer, aunque ya sin cadetes por las calles, la tensión aumentaba y algunas de ellas eran recorridas por numerosos grupos de exaltados que en vano intentaban disolver las autoridades. A las 20,00 horas, un grupo de oficiales del Ejército que pasaba por la Acera de San Francisco fue increpado por un grupo de civiles en actitud hostil. Nuevamente se produjo un violento enfrentamiento. Los civiles con pedradas, palos y silletazos, los oficiales con sus armas blancas. El enfrentamiento terminó cuando llegaron fuerzas de la benemérita que cargaron contra el grupo de paisanos hasta disolverlos, para lograr así establecer la calma y tomar militarmente la Acera. Los militares por su parte también se retiraron.

En las últimas horas del día, la población parecía tranquila, pero se trataba más de una calma ficticia que real. Estudiantes y obreros paseaban por las calles haciendo causa común. Los cadetes se encontraban recluidos en la academia por orden de sus profesores. A las 23,00 horas, se permitió que los alumnos se trasladaran por secciones a sus casas. Efectivos de la guardia civil, tanto a pie como montados, patrullaron por las calles. Ante el temor de que al día siguiente se repitieran los disturbios, se pidieron refuerzos a los puestos de las poblaciones próximas. Entre la población se comentaba con viveza los hechos ocurridos y se censuraba la actuación de las autoridades, en especial la del gobernador civil que, con un despliegue muy importante de fuerzas, lejos de evitar los acontecimientos, había conseguido excitar los ánimos aún más.

Alumno con uniforme de gala en 1897. Dibujo de Manuel Álvarez
Alumno con uniforme de gala en 1897. Dibujo de Manuel Álvarez

Al día siguiente, sábado 13 de mayo, se celebraba en Valladolid la fiesta en honor de su patrón, San Pedro Regalado. Por tal motivo la gente salió a las iglesias y al paseo con la confianza de que no se repitieran los desagradables sucesos del día anterior. Los cadetes, por su parte, se habían reunido a las 12,00 en la academia para oír misa, no dejando de extrañar -dicen algunas crónicas- que todos ellos fueran con sable[12]. Terminada esta y según la costumbre, salieron al paseo Zorrilla en formación, pero, al romper filas, en vez de disgregarse en grupos como otras veces, se dirigieron casi en su totalidad al paseo de la Acera de San Francisco, siempre lleno de paseantes a esas horas. En cuanto se les vio allí, los comerciantes se aprestaron a cerrar sus comercios y los paisanos comenzaron a alejarse en distintas direcciones temiendo que, a pesar de la aparente calma, se produjeran nuevos disturbios. Al poco y como se sospechaba, también se presentó en el paseo un crecido grupo de estudiantes que poco antes se habían reunido en la universidad.

De repente, cambió el estado de las cosas y tomaron un aspecto cada vez más preocupante. Los cadetes, al verlos llegar, creyeron que la intención de aquellos era atacarlos y se pusieron a la defensiva. Momentos después, militares y paisanos estaban empeñados en una nueva batalla campal que se extendía desde la Acera a las calles adyacentes. La plaza de Fuente Dorada, las calles de Orates, Teresa Gil, San Pedro Regalado, Constitución, Alfonso XII y de la Libertad, se convertían en escenario de las peleas. Los cadetes echaban mano de sus sables, mientras los estudiantes lo hacían una vez más con palos y piedras. La lucha se prolongó por espacio de más de una hora y en ambos bandos se produjeron muchos heridos.

En cuanto al número de contendientes, el Diario Palentino cifra en 300 el de cadetes que intervino, lo cual resulta del todo imposible si se hace un estudio de las promociones que ese año y los dos siguientes se graduaron de tenientes[13]. El número de estudiantes y paisanos, en este enfrentamiento, no resulta contabilizado en ninguna crónica.

Solo después de un largo espacio de tiempo se presentaron las autoridades. El gobernador civil fue silbado a su llegada y tanto los profesores de la academia como los catedráticos de la universidad fracasaron inicialmente en sus intentos por poner fin a la pelea. Solo se apaciguaron un poco los ánimos cuando las fuerzas de orden público hicieron disparos al aire. Aprovechando ese momento, los jefes militares lograron imponerse a los alumnos y consiguieron apartarles para seguidamente conducirlos en formación a la academia donde permanecieron sin salir toda la tarde, sirviéndoles la comida gracias a las fondas y restaurantes que se prestaron a ello[14].

Fachada de la principal de la Academia de Caballería en fechas cercanas a 1900. El edificio conocido como el “Octógono” fue ocupado por la academia entre 1852 y 1915.
Fachada de la principal de la Academia de Caballería en fechas cercanas a 1900. El edificio conocido como el “Octógono” fue ocupado por la academia entre 1852 y 1915.

Todo parecía tranquilo a primeras horas de la tarde, pero, aproximadamente a las 17,00 horas, empezaron a concentrarse frente al edificio de la academia grupos de paisanos en actitud hostil –el diario la Almudiana de Palma de Mallorca cifra el número de paisanos en 2000-, por lo que se hizo necesario desplegar en los alrededores efectivos a pie y a caballo de la guardia civil. La muchedumbre, cada vez más enfurecida, comenzó a silbar y a arrojar piedras sobre el edificio, sufriendo los cristales de las ventanas muchos daños. Hubo al parecer gritos que alentaron a quemar el edificio, aunque esto evidentemente no sucedió. Los ordenanzas[15] de la academia efectuaron disparos al aire, mientras la guardia civil cargó en la calle consiguiendo dispersar a los alborotadores.

A la vista de estos sucesos, sobre las 19,00 horas, se reunieron de urgencia las autoridades civiles y militares, acordándose que el gobernador civil resignase el mando en la autoridad militar y que esta declarase el estado de sitio. Media hora más tarde, salió del edificio de capitanía el Mayor de Plaza, escoltado por una sección de Infantería para leer el bando del Capitán General con las formalidades de ordenanza. Fuerzas de los regimientos de Infantería Toledo e Isabel II ocuparon los puntos estratégicos de la ciudad. Un escuadrón de Farnesio desplegó en los alrededores de la academia como medida preventiva.

El ayuntamiento de la ciudad se reunió en sesión extraordinaria, acordando remitir un telegrama de protesta al presidente del Consejo de Ministros, pidiendo a su vez la destitución del gobernador civil y del gobernador militar, el general de división Heliodoro Barbachano.

Sobre las 21,00 horas, los alumnos, organizados por grupos, se trasladaron ya a sus domicilios.

Situación sobre un plano de Valladolid de 1897 (Montaner y Simón) de los puntos (en color azul) donde se produjeron los principales enfrentamientos los días 12 y 13 de mayo

Fuera por la declaración del estado de sitio o porque la razón volvió a unos y otros, lo cierto es que el domingo 14 de mayo no se reprodujeron los hechos y el día transcurrió con total normalidad. Por la mañana, como cualquier otro domingo, los alumnos acudieron a la academia para oír misa y después estuvieron de paseo, sin que ocurriera ningún incidente con los estudiantes.

Por la tarde, se celebró una conferencia entre sendas comisiones de ambos bandos que afortunadamente puso fin al conflicto. Previamente, el teniente coronel director interino de la academia se había entrevistado con los máximos responsables de la universidad y convinieron de común acuerdo en que una comisión de estudiantes y otra de cadetes se reunieran en un edificio neutral, como el palacio del gobierno civil. Allí, unos y otros se dieron mutuas satisfacciones y decidieron dejar atrás los sucesos acaecidos días antes. Para que la fiesta de la concordia fuera más evidente, ambas comisiones compartieron un pequeño lunch en uno de los salones de la academia, en el que se brindó por la amistad y en la que unos y otros se felicitaron por el término de las rencillas.

El lunes 15 de mayo, la ciudad pudo ver con general agrado como militares y paisanos volvían a confraternizar en armonía. El conflicto había quedado completamente zanjado en gran parte, debido al tacto empleado por el claustro de la universidad y el profesorado de la Academia de Caballería.

Juan Mambrilla López Borricón, vicerrector  de la universidad entre 1894 y 1900
Juan Mambrilla López Borricón, vicerrector de la universidad entre 1894 y 1900

El martes 16, se celebró en Valladolid una manifestación de fraternidad entre estudiantes y cadetes. A la 10 de la mañana, una comisión de profesores y alumnos de la academia se dirigió a la universidad. A su entrada y en el patio de la misma, fueron aclamados por los allí presentes. Posteriormente, se dirigieron en manifestación por Valladolid hasta la academia, para que se les unieran el resto de los alumnos. Al frente de la manifestación, iban cadetes portando las banderas universitarias y un estudiante con la bandera nacional. Todos juntos volvieron a la universidad donde la banda del Regimiento Isabel II dio un toque festivo interpretando una marcha popular. En la biblioteca, se sirvió un espléndido lunch y se produjeron efusivos brindis. A continuación y con las banderas al frente, volvieron a salir de la universidad en dirección al palacio de capitanía, desde cuyos balcones les dirigió la palabra el general Suarez Valdés, felicitándose del término del conflicto. La manifestación finalizó hacia las una de la tarde.

Vista de la Universidad de Valladolid a principios del siglo XX
Vista de la Universidad de Valladolid a principios del siglo XX

NOTAS

[1] Con anterioridad, en febrero de 1872, también se registraron enfrentamientos entre cadetes y estudiantes .

[2] Leyendo la prensa de la época, puede apreciarse que si bien el término "cadete", referido a los alumnos que cursaban estudios de formación en los centros militares, había sido oficialmente abolido años antes, éste se seguía empleando para identificar y nombrar a los alumnos de la Academia de Caballería.

[3] De medicina según algunas crónicas y de derecho según otras.

[4] El Desastre del 98 y militarismo. Gabriel Cardona.

[5] Artículo del cronista Enrique Berzal publicado en el Norte de Castilla el 8 de octubre de 2019.

[6] Según algunas fuentes de nombre Arturo Harcuñana.

[7] En aquellos días ejercía de director interino de la Academia el teniente coronel Joaquín Garrigó, Jefe de Estudios del centro, ya que el coronel Eladio Andino del Solar, nombrado para el cargo el 28 de abril, no estaba presente, muy probablemente porque aún no hubiera tomado posesión de su cargo.

[8] El sable reglamentario era parte del uniforme de los oficiales reglado para el paseo en los días festivos. En los días de diario, normalmente era sustituido por una pequeña espada de ceñir o espadín.

[9] Por aquellos años, los alumnos de la academia cursaban sus estudios en régimen de externado.

[10] Esta versión, publicada en el Diario de la Rioja, particularmente me resulta más creíble, pues como ya he dicho, lo normal era que los alumnos no llevasen el sable en estas ocasiones.

[11] Actual plaza de la Universidad.

[2] Al tratarse de un día de fiesta tan marcado en el calendario de la ciudad, los cadetes muy probablemente vestirían de gala, uniformidad en la que, como ya se ha mencionado, estaba incluida el uso del sable. Por lo tanto, en mi opinión, esa extrañeza de la prensa por ver a los cadetes con sable, podría obedecer al desconocimiento de las normas de uniformidad vigentes.

[13] En ese año hubo tres cursos de cadetes que podrían sumar un número máximo próximo a los 150 alumnos.

[14] Los alumnos vivían entonces en régimen de externado y el hecho de tratarse de un día de fiesta convertiría lógicamente en un serio problema suministrar la comida a todos los alumnos recluidos.

[15] La tropa que prestaba sus servicios en la academia.

FUENTES CONSULTADAS

  • DIARIO DE BURGOS, en sus ediciones publicadas los días 13, 16 y 17 de mayo de 1899.
  • LA OPINIÓN DE MADRID, en su edición publicada el día 14 de mayo de 1899.
  • EL DÍA DE PALMA DE MALLORCA, en su edición publicada el día 15 de mayo de 1899.
  • EL ECO DE NAVARRA, en su edición publicada el día 16 de mayo de 1899.
  • EL DIARIO PALENTINO, en sus ediciones publicadas los días 15 y 16 de mayo de 1899.
  • EL IMPARCIAL DE MADRID, en su edición publicada el día 14 de mayo de 1899.
  • DIARIO LA RIOJA, en su edición publicada el día 14 de mayo de 1899.
  • LA ULTIMA HORA DE MADRID,  en su edición publicada el día 13 de mayo de 1899.
  • EL CORREO DE MADRID, en su edición publicada el día 14 de mayo de 1899.