
Capitán Hernández Menor

CAPITÁN DE CABALLERÍA ÁNGEL HERNÁNDEZ MENOR
Primer oficial muerto en el Desembarco de Alhcemas
Por Juan María Silvela Milans del Bosch
Onda Cero Melilla, a petición de Mª Elena Fernández Díaz, doctora en Historia, e Isabel Mª Migallón Aguilar, licenciada en la misma especialidad universitaria, publicó la siguiente carta imaginaría, escrita por ambas historiadoras; su intención fue la de reproducir la que podría haber mandado actualmente desde el Cielo el entonces teniente Ángel Hernández Menor a su madre. Nos ha parecido tan bella y bien escrita, que hemos querido reproducirla antes de la breve biografía del citado héroe, que el coronel retirado Juan María Silvela Miláns del Bosch escribió para la Real Academia de la Historia.
Desde la eternidad: carta del teniente Ángel Hernández Menor.
Querida madre:
En este 27 de marzo, fecha de mi cumpleaños, he querido escribirle, y hacerle partícipe, aunque supongo que su corazón lo intuyó siempre, que mi último pensamiento, antes de que aquella bala traicionera me arrebatase la vida en Alhucemas, fue para usted y también para padre.
Bien sabe que desde niño desee ser militar. Tengo grabada en mi retina su imagen en aquel día, finalizando el mes de agosto de 1917, cuando partí rumbo a Valladolid, a la Academia de Caballería. Sin duda era mi sueño, pero dejarles en nuestra querida y siempre añorada Villena, fue muy difícil de asimilar.
En tanto que me alejaba, sentía como cada lágrima que brotaba de sus ojos, se clavaba en mi corazón desbocado, cual caballo espoleado por su jinete.
Sus cartas, siempre plenas de cariño y ánimo era lo que me ayudaba a no decaer y a comprender que, para llegar a la meta, hay que hacer sacrificios.
Recuerdo sus caras cuando me vieron por primera vez de uniforme. Usted me miraba y tocaba con orgullo y alegría; como sólo una madre sabe hacerlo: "fill meu, fill meu", repetía entre lágrimas, abrazándome como si no hubiese un mañana. Quizá siempre supo o intuyó que no alcanzaría la edad madura, y que no vería muchos amaneceres, sentado en la puerta del hogar que con tanto esfuerzo levantaron usted y padre.
Pronto comprendí lo que significaba "estar en guerra" y tener que luchar para defender mi vida y la de mis compañeros. No podía imaginar cuando fui destinado en agosto de 1922 al Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas Tetuán nº 1, que esta sería mi última Unidad*.
Me aguardaban tres años muy difíciles por la situación que había en el norte de África. Tras los sucesos de 1921, vivíamos en una calma tensa. Pensando que los próximos podíamos ser nosotros.
¡Cuantos de mis compañeros sucumbieron en aquel verano! Cientos, miles dejaron sus vidas para gloria de España y dolor de sus familias.
Y llegó 1925 y también septiembre. Se preparaba una operación de gran envergadura en las costas de Alhucemas. Mientras esperábamos órdenes y entre una guardia y otra, los compañeros teníamos la oportunidad de conversar. Allí, Madre, daba igual el Arma a la que pertenecías, porque todos nos necesitábamos y éramos conscientes de que lo más preciado, la vida, podía depender de quien teníamos al lado.
Recuerdo la valentía de dos jóvenes soldados que murieron como yo en la jornada del 8 de septiembre. Vicente Iglesias, de León, y Andrés Torres quien nunca comentó su lugar de origen. Pero mostraron una bravura y un coraje dignos de mención. Y como ellos otros muchos, cuyos nombres han quedado sepultados por el tiempo.
En aquellos años España se vistió de luto. ¿Y hoy nadie nos recuerda? ¿Qué ocurre ahora Madre? Nuestro sacrificio no sirvió para nada, solo para que miles de familias lloraran las ausencias que dejamos.
Entregamos el bien más preciado y a cambio se nos ha vuelto a matar, sumiéndonos aún más en el olvido. Ninguno quisimos ser héroes, no lo buscamos ni lo pretendimos.
Pero he de confesarle que cuando se nos recuerda en los homenajes a los caídos todos sentimos gran emoción y al oír recitar a nuestros compañeros "La muerte no es el final", pensamos que en algo mereció la pena.
En breve se cumplirán cien años de nuestra partida a la eternidad desde la bahía de Alhucemas y corren rumores de que nada se va a hacer, que al igual que ocurriera con los caídos en 1921, no habrá un acto oficial en nuestro recuerdo.
Todos nos preguntamos por qué. Al parecer ya nadie recuerda que dimos la vida por la Bandera sobre la que juramos fidelidad. ¡Y bien que lo cumplimos!
Un símbolo del que algunos ahora reniegan, otros pisotean e incluso queman. Nosotros no podemos comprenderlo puesto que ofrendamos lo más preciado: la vida.
Cada vez que veo algo así el corazón se me vuelve a desgarrar como si otra bala me lo atravesara.
Hoy, ¡Madre querida!, desde la eternidad he sentido la necesidad de volver a escribirle, como tantas veces hice cuando estaba lejos de ustedes para contarles como era mi día a día, para que supieran que estaba bien. Se que la última no les llegó, que quedó en aquella caja de cartón duro donde guardaba mis objetos personales, pendiente de poner un sello y que el soldado encargado, la llevase a Melilla. Tenía fecha del 6 de septiembre de 1925. Dos días antes de…
Acabo esta misiva, impregnada de amor hacia ustedes y agradecimiento para aquellos que luchan por mantener vivo nuestro recuerdo. Decir también a los que quieren hacer más profundo nuestro olvido que, nosotros luchamos amparados en unos ideales de fidelidad y honor. ¿Saben lo que esto significa?
BIOGRAFÍA DEL CAPITÁN HERNÁNDEZ MENOR
El capitán de Caballería Ángel Hernández Menor nació en Villena (Alicante) el 27 de
marzo de 1899 y era hijo de José Hernández Valdés y de Catalina Menor Catalán.
A los 18 años, ingresó en la
Academia de Caballería (1/IX/1917). Tres años después y, una
vez acabado con aprovechamiento el plan de estudios, fue promovido al empleo de
alférez con el número 20 de su promoción (8/VI/1920).

Su primer destino fue en el Regimiento de Cazadores de Villarobledo, 23 de Caballería, de guarnición en Badajoz, donde estuvo hasta finales de diciembre de 1920. Un nuevo destino le haría trasladarse a Alcalá de Henares para servir en el Regimiento de Húsares de la Princesa, 19 de Caballería. Con esta unidad, se trasladaría a Melilla el 30 de enero de 1921 y comenzaría su aventura africana, pues iba a participar en las recuperaciones del Monte Gurugú, que dominaba Melilla, y de Monte Arruit. Ascendió a teniente por antigüedad el 8 de julio de 1922 y obtuvo un nuevo destino en el Regimiento de Cazadores de Lusitania, 12 de Caballería, ubicado en Granada; pero su pertenencia a esta unidad apenas duraría un mes, ya que se incorporó, en agosto, al Grupo de Regularas Indígenas Tetuán num.1, donde permanecería un año. Su siguiente destino fue en la Mehala Jalifiana Tetuán num.1, pero tampoco estaría mucho tiempo en esta unidad indígena, pues el comandante Valdés organizaba entonces en Melilla la "harka" de Abdelmálek (Abd el Málek el Hach Taieb), caíd procedente de Argelia, y a ella se incorporaría con los primeros efectivos en julio de 1924. Se encargó en la citada unidad irregular del mando de la Caballería. En principio, se reclutaron dos "mías" (compañías) con los 200 caballos que proporcionó el Depósito de Ganado de dicha ciudad. La nueva "harca" se estableció en Azib de Midar con el fin de hostilizar a las fuerzas de Abd el Krim.

El primer combate, con apoyo de los carros de combate Renault FT-17, se llevó a cabo sobre Imeyaren, cuya finalidad era dar seguridad a la línea del frente. A principios de agosto 1924, las posiciones de vanguardia eran continuamente hostilizadas por los "rifeños" partidarios de Abd el Krim, pero también sufrían su presión las comunicaciones, los abastecimientos y las aguadas; como consecuencia, hubo que actuar otra vez sobre Imeyaren, en terrenos de la "cábila" de Beni Tuzin; se ordenó a la vanguardia de la "harka" la ocupación de Midar, aduar (pueblo) situado al oeste de Dar Drius.
El 7 del citado mes, los jinetes de Hernández Menor iniciaron, desde Azib, el reconocimiento armado, protegidos a los flancos por dos "mías" y otra más de reserva de la Mehala de Melilla num. 2. Como apoyo inmediato, le seguían otras tres "mías" de su propia "harka", al mando de caíd Brahím. Flanqueado por las citadas "mías", Hernández Menor se aproximó con sus jinetes pie a tierra y se situó a la distancia que consideró adecuada; ordenó entonces montar a caballo y, protegido por las "mias", se lanzó al galope hacia las primeras casas, defendidas por trincheras; no obstante, las consiguió ocupar a costa de las primeras cuatro bajas. Desde allí, posibilitaría la entrada al poblado de los "askaris" de su unidad, que desalojaron de enemigos las restantes casas; los harqueños de Abd el Krim no tuvieron más remedio que huir.
Inmediatamente, se dedicó a poner en estado de defensa el aduar. Le informaron entonces que había sido herido el jefe de las "mías", Brahim, y debía ser evacuado con el resto de bajas. Hernández Menor, sin dudarlo, tomó el mando de todas las fuerzas presentes y continuó con sus preparativos; repuso la munición y se preocupó de que las casas de aduar se mantuvieran en adecuado estado de defensa.

Más tarde, los "askaris" recibieron la noticia de que su jefe Abdelmálek había muerto; muchos vacilaban e incluso algunos se retiraron; los enemigos se apercibieron inmediatamente de esta circunstancia favorable para ellos y, muy reforzados, contraatacaron. Se produjo entonces una verdadera desbandada de las "mías". Supersticiosos, creían que se estaba cumpliendo la famosa maldición que les había lanzado Abd el Krim. Pero Hernández Menor consiguió parar la estampida y reunió un buen número de "askaris". Con ellos, recuperó parte del poblado y, parapetado en las casas ocupadas, rechazó el ataque "rifeño".
Recibiría posteriormente la orden de retirarse, acción que ejecutó sin dejarse arrollar por el enemigo, para lo que se mantuvo constantemente en la retaguardia. Por esta acción le sería concedida la Cruz Laureada de San Fernando por R. O. de 22 de noviembre de 1928, satisfacción moral que recibieron sus padres, pues Hernández Menor, que era soltero, ya había fallecido.
Fue citado como distinguido en el combate de Alales (21/X/1924) y, como muy distinguido varias veces: combates de Mesnar (29/X/1924), Haman (4/XI/1924) y Hedra (9/XI/1924).
El 10 de enero de 1925, sería alcanzado por una bala enemiga en la clavícula durante el combate de Ainker; estuvo de baja hasta recibir el alta a principios de mayo. Un año después, se le concedería la Medalla de Sufrimientos por la Patria (5/IV/1926), que tampoco pudo recibir en vida. Permaneció en la "harka" del fallecido Abdelmálek hasta finales de junio de 1925, fecha en la que ya se estaba llevando a cabo y con gran intensidad en Ceuta la preparación del Desembarco de Alhucemas. Con tal motivo, el teniente Hernández Menor se incorporó a la "harka" Tetuán, organizada para formar la vanguardia; formaba con otras dos la agrupación, que se puso bajo el mando del teniente coronel Muñoz Grandes. En esta unidad indígena y al mando de una sección, desembarcaría con la primera oleada, junto a las 6ª y 7ª banderas de la Legión, que mandaban el comandante Verdú y el teniente coronel Liniers respectivamente, según disposición del coronel Franco, jefe de la vanguardia.

En la mañana del 8 de septiembre se iniciaría la gran maniobra anfibia. Las lanchas de desembarco "k" (lanchas de desembarco) se acercaron lo más posible a la playa de Ixdain, al oeste de Morro Nuevo, pero, para llegar a tierra firme, los legionarios y "askaris" tuvieron que moverse con el agua al pecho y los fusiles en alto. Sorprendieron a la primera resistencia, pero se produjo la primera baja mortal de un oficial; fue la del teniente Ángel Hernández Menor, que sería ascendido a capitán a título póstumo y como consecuencia de la concesión de la laureada.
En julio de 1932 se inauguró un monumento a la memoria de Ángel Hernández Menor en la Escuela de Aplicación de Caballería, ubicada en Madrid. Era un busto del capitán con "dormán" de húsares, sobre un pedestal con la Cruz Laureada y el emblema de Caballería en bronce, ambos incrustados en la piedra. Se trasladó en 1974 a la Academia de Caballería (Valladolid), donde se conserva actualmente.

BIBLIOGRAFÍA: ARCHIVO GENERAL MILITAR DE SEGOVIA, Sección 1ª, expedientes personales, legajo E-542; J. SOTTO MONTES, Síntesis histórica de la Caballería española, Madrid, Excelicer, 1968; VARIOS AUTORES, España en sus héroes, Madrid, Ornigraf, 1969, págs.961 a 970 y 1097/1098; R. LIÓN y J. SILVELA, La Caballería en la historia militar, Valladolid, Academia de Caballería, 1979; D. S. WOOLMAN, Abd el Krim y la guerra el Rif, Barcelona, 1988; R. LIÓN, A. BELLIDO y J. SILVELA, La Academia de Caballería, Valladolid, Andrés Martín, 1988; J. ALBI, L. STAMPA y J. SILVELA, Un eco de clarines, Madrid, Tabapress, 1992; J. PANDO DESPIERTO, Historia secreta de Annual, Madrid, Temas de Hoy, 1999; M. SANTIAGO, J. M. TRONCOSO y B. QUINTANA: la columna Saro en la campaña de Alhucemus. 1926; M. GODED: las etapas de la pacificación. 1932.