El fracasado socorro de Kinsale

18.10.2023

                                                                                                               Por Juan María Silvela Miláns del Bosch

La derrota de los patriotas irlandeses el 3 de enero de 1602 en las proximidades de Kinsale, mientras intentaban levantar el cerco inglés a esta ciudad, defendida por un ejército español, marcaría el punto de inflexión en el intento de dominio total de Irlanda por parte de los ingleses. Inglaterra siempre la había considerado posesión suya. Felipe III, que había apoyado a los irlandeses sublevados, firmaría la paz con Inglaterra dos años después. Desde entonces, el Reino Unido mantendría la isla en su poder hasta el siglo XX (1922).

Red Hugh O'Donnell (príncipe de Tyrconnell) y Hugo O'Neill (príncipe de Tyrone) se habían sublevado contra el dominio inglés en 1594; comenzaba entonces la llamada guerra de los nueve años. En el siguiente lustro, los sublevados consiguieron dominar casi toda Irlanda, por lo que la reina Isabel I se vio obligada a enviar en 1599 un ejército de casi 17.000 soldados al mando del conde de Essex (Robert Devereux). El citado conde apenas consiguió reducir el territorio ocupado por los independentistas y la reina se decidió a organizar otra expedición al mando de Lord Mountjoy (Charles Blount). Gracias a la traición de Niall Garve O'Donnell (primo de Hugh que aspiraba a sustituirle como señor del condado de Donegal), conseguiría desembarcar en las proximidades de Derry (actualmente perteneciente al Ulster y en la frontera con el citado condado). Los sublevados tuvieron que batirse en retirada y pidieron ayuda a España. Se consideraban descendientes de conquistadores venidos de Iberia e incluso algunos llegarían a reconocer como rey a Felipe III (rey de España desde 1598).

Por fin, el monarca español se decidió a ayudar a los irlandeses y seguir la política de su padre, Felipe II. Pretendía minimizar el acoso de la piratería inglesa en las Indias, así como contrarrestar el apoyo de Inglaterra a los sublevados de los Países Bajos. Con este fin, envió a Irlanda una flota de 33 barcos al mando del almirante Diego Brochero. Debía transportar los tercios del maestre de campo general Juan del Águila y del maestre de campo Francisco de Toledo, compuestos por cerca de 4.500 soldados.

La flota partió de Lisboa el 2 de septiembre de 1601, pero un tremendo temporal la dispersaría. Tres naves, con tropas al mando de Alonso de Ocampo, llegarían a Baltimore, al suroeste del condado de Cork. Brochero con la mayoría de los navíos consiguió el 1 de octubre entrar en la ría formada por el rio Brandon y desembarcar cerca de 3.000 hombres en Kinsale; era una pequeña población de cerca de 400 habitantes, situada próxima y al oeste de la capital del citado condado y con el mismo nombre de este. Fuertes vientos del norte le habían impedido entrar en la misma capital. Los otros 9 barcos, al mando de Pedro de Zubiaur, con más de 600 combatientes y gran parte de los abastecimientos, regresarían a La Coruña. Brochero había convencido a del Águila de desembarcar en el sur, porque el maestre de campo general consideraba más conveniente hacerlo en el norte de Irlanda. Las vicisitudes posteriores le darían la razón.

Del Águila, en principio, pensó unirse a los irlandeses en el condado de Donegal, pero desistió, al desconocer el terreno que debía atravesar para cruzar la isla de sur a norte. Sin víveres y abastecimientos, pues los restos de la escuadra de Brochero se habían vuelto a España, decidió organizar la defensa de las dos riberas de la desembocadura del rio Brandon, mediante los fuertes de Castlel Park y Ringcurran, y resistir el futuro y previsible cerco de Kinsale, por parte inglesa, pero con la esperanza de recibir refuerzos de España

Efectivamente, lord Mountjoy no tardó en acudir con cerca de 11.000 soldados, de los cuales más de 600 eran jinetes. Completaba el cerco una flota mandada por Richard Levison. Varias salidas de los españoles causaron muchas bajas a los británicos, pero no lograrían que levantaran el cerco. Los británicos reaccionaron y llegaron a tomar el fuerte de Ringcurran (10 de noviembre) e incluso Castlel ParK capitulaba el 29 de noviembre, pero fracasaron frente a la ciudad. Los prisioneros serían bien tratados con el fin de provocar la desmoralización de los defensores, que pasaban hambre y enfermedades. Aunque del Águila ya había tenido cerca de 50 desertores, igualmente bien acogidos por Mountjoy, se negaría con reiteración a rendirse.

Una nueva flota, al mando de Zubiaur, formada por 10 navíos, que transportaba más de 800 soldados y los abastecimientos necesarios, había salido desde La Coruña para reforzar a del Águila; pero, de nuevo, una gran tormenta la impediría atracar en Kinsale; sólo llegaron a las costas irlandesas del sur seis navíos, que se refugiaron en Roaring Water (extremo suroeste de Irlanda) el 11 de diciembre. Con el fin de no perder más barcos atracaron en Castlehaven, un pequeño pueblo de pescadores de no más de 200 vecinos. Pedro López de Soto, que mandaba las tropas, rápidamente inició su fortificación. Animados los clanes irlandeses de la zona por la llegada de los españoles, reunieron cerca de 3.000 combatientes y pidieron a Zubiaur picas y arcabuces para luchar contra los ingleses, pero no hubo para todos. A pesar de ello, fueron ocupados varios puertos de la zona y organizado defensivamente el territorio.

Levison con 7 navíos, más potentes que los barcos españoles, intentó conquistar la plaza a mediados de diciembre. Llegó a hundir un galeón, pero, batido por los cañones españoles desde tierra, se vio obligado a retirarse. Esta victoria parcial animó de nuevo a los nobles irlandeses de la zona a reforzar con cerca de 1.200 combatientes a los líderes del norte, O'Donnell y O'Neill, en su intento de socorrer Kinsale. Sin embargo, Zubiaur y López de Soto apenas contribuyeron con 200 infantes al mando de Ocampo; habían conseguido organizar defensivamente el suroeste del condado de Cork y era necesario mantener los puertos seguros para recibir los refuerzos que se esperaban de España.

Efectivamente, O'Donnell y O'Neill, que, en un principio, no querían marchar hacia el sur y que disponían de más de 5.000 combatientes en sus condados del norte de Irlanda (Donegal y Tyrone), se decidieron, al fin, a socorrer al pequeño Ejército español cercado en Kinsale. Las dos columnas del norte, después de una larga y dificultosa marcha de unos 350 kilómetros, enlazaron en Brandon el 15 de diciembre. El itinerario, realizado por la columna de O´'Donnell, había transcurrido más hacia el oeste que el de O'Neill. Tuvo que soslayar un intento de interceptación de una fuerte columna inglesa enviada por Mountjoy y mandada por Carew. Con todo, llegó antes que su aliado. A este último se le agregó una columna de 1.000 infantes, cuyo jefe era Tyrrell. Allí recibieron la noticia del desembarco de Zubiaur y del fracaso de Levison.

Itinerarios de las columnas de O'Donnell y O'Neill, desde sus condados al norte de Irlanda hasta Brandon al sur, (O'Donnell al oeste y O'Neill al este )

El único camino transitable del que disponía Mountjoy para recibir abastecimientos por tierra de Kinsale a Cork quedaba gravemente amenazado. De todas formas, había recibido refuerzos y disponía de más de 12.000 soldados, así como de una gran superioridad en unidades de Caballería en número y potencia con respecto a las irlandesas.

El 24 de diciembre todas las columnas irlandesas estaban reunidas en Innishannon y quedaron totalmente cortadas las comunicaciones de los ingleses con Cork y Dublín. A pesar de haber reunido cerca de 6.000 combatientes, O'Neill no quería presentar batalla, consciente de la falta de medios y de instrucción de sus infantes, pues estaban mal armados, sin picas para todos y sin mosquetes modernos. También tenía en cuenta la inferioridad de su Caballería (con demasiados jinetes montados sin estribos), más apropiada para llevar a cabo emboscadas y acciones de guerrillas que para enfrentarse a la Caballería inglesa con sus lanzas y protecciones. Por ello, prefería esperar a que Mountjoy no tuviera más remedio que rendirse por el hambre, enfermedades y la congelación de sus hombres. Entre las salidas durísimas de las unidades españolas de Kinsale y las inclemencias del invierno ya había tenido aproximadamente 6.000 bajas. Sin embargo, O'Donnell consideraba vergonzoso no acudir en socorro de los españoles. En el consejo de guerra ganó la postura del prícipe de Tyrconnell y se decidieron a dar batalla.

Mountjoy, por su parte, mandó a una pequeña unidad, destacada de su Caballería de vanguardia, a vigilar los movimientos de los irlandeses, a la que seguían dos regimientos de Infantería; a continuación, marchaba su Caballería más potente y, como reserva, otro regimiento de Infantería. Había dejado de vigilancia del cerco de Kinsale nada menos que 9 regimientos de Infantería y 3 unidades de Caballería al mando de su segundo, Carew. Sabía que, en el cuerpo a cuerpo, los españoles eran superiores a sus infantes y no quería ser atacado por su retaguardia. Lo había comprobado en las reiteradas salidas de la ciudad ordenadas por del Águila.

Hacia el campo de batalla

En la noche del día 2 al 3 de enero de 1602, los irlandeses iniciaron la progresión hacia los campamentos ingleses. Marchaban en tres columnas mal articuladas y peor coordinadas hacia la colina de Coolcarron. Por lo ocurrido posteriormente, hubiera sido mejor atrincherarse allí para esperar el ataque enemigo, que Mountjoy no hubiera tenido más remedio que llevar a cabo. Las tropas irlandesas no estaban debidamente instruidas y adiestradas, ni tenían las armas adecuadas, para enfrentarse a los ingleses en campo abierto. En la citada colina podría establecer una fortificación de campaña donde entraría parte de su fuerza, dejando al resto de sus infantes y jinetes para efectuar emboscadas, que era lo mejor que sabían hacer. La columna de vanguardia iba al mando del capitán Tyrrel. El grueso lo formaban las tropas de O'Neill con la mayoría de la Caballería irlandesa; finalmente, O´Donnell capitaneaba la retaguardia. O'Neill, al comprobar que Mountjoy se dirigía a su encuentro, giró hacia el oeste para buscar el amparo de una turbera. Sin embargo, O'Donnell, en aquella noche de tormentas y pertinaz lluvia, perdería el contacto y no podría seguirle. Nada más cruzar la turbera, el conde de Tyronne desplegó con sus unidades formadas en cuadro, a la española, ocupando el flanco sur y el centro, mientras Tyrrell entraba en el flanco norte, pero en línea. La Caballería, en principio, entró en el flanco izquierdo, pero se situaría posteriormente detrás del centro, en reserva. Tenía la esperanza de parar y desgastar a los caballeros ingleses, para lo que envió a una partida de mosqueteros al borde oeste de la turbera y siempre con la idea de retirarse. Sin contar con O'Donnell, todavía disponía del doble de combatientes que Mountjoy, pues éste se aproximaba con cerca de 2.000 hombres. Era plenamente consciente de su debilidad en campo abierto; con todo, los tiradores, que mandó desplegar en el borde de la turbera ni tenían la entidad suficiente ni sus mosquetes eran modernos, por lo que no lograrían impedir que la pequeña unidad inglesa de Caballería la cruzara sin problemas. Posteriormente, serían arroyados con facilidad por uno de los regimientos del grueso inglés.

Una vez cruzada la turbera, los jinetes ingleses de la vanguardia cargaron contra la formación de O'Neill, que fueron rechazados con una densa descarga de fuego. Era una primera victoria, aunque momentánea. Inmediatamente, Mountjoy lanzó a toda su Caballería, 400 jinetes, contra el centro del cuadro irlandés, apoyados por los dos regimientos de Infantería de su grueso. O´Neill envió contra ellos a su Caballería, aproximadamente de la misma entidad numérica, pero sin las lanzas y protecciones adecuadas, por lo que no resistieron el choque y tuvieron que volver grupas. Lo harían fatalmente a través del cuadro irlandés que se desordenó.

Apercibido Mountjoy, no dudó en aprovechar la ocasión y mandar al asalto a los dos regimientos; los irlandeses se vieron, además, atacados por retaguardia por los jinetes de la vanguardia inglesa, una vez rehechos. La explosión de un barril de pólvora en el centro irlandés desordenó todavía más la formación y provocó la huida y dispersión de las tropas de O´Neill. Tyrrel, con Ocampo en vanguardia, intentó atacar por el flanco norte a los dos regimientos ingleses, pero fue, a su vez, embestido por el regimiento de reserva, que partió su línea en dos, provocando igualmente la fuga de sus tropas. Solo los infantes españoles de Ocampo se defendieron con bravura. De todas formas, un pequeño grupo consiguió zafarse y refugiarse en Kinsale (50 hombres). Murieron aproximadamente otros 100 españoles y medio centenar fue hecho prisionero.

O'Donnell, retrasado, no conseguiría apoyar a O'Neill y solo llegó a tiempo de ver en la distancia la derrota. La mayoría de sus tropas, al ver la desbandada de sus compatriotas, se negaron a combatir y se desperdigaron, por lo que el prícipe de Tycornell no tuvo más remedio que retirarse con sus incondicionales hacia Castlehaven. Tampoco del Águila se decidió a realizar una salida de la ciudad con parte de sus tropas, para romper la potente vigilancia que había dejado Mountjoy y atacarle por retaguardia.

Del Àguila capitularía el 12 de enero y obtendría una rendición honrosa. Mountjoy proporcionaría los barcos para su transporte a España y el abastecimiento necesario a todas las unidades españolas que ocupaban posiciones en la isla y también a los irlandeses que quisieran acompañarles. Además, podían conservar las armas y estandartes, así como su dinero. Muy mal tuvieron que ver su situación los ingleses para permitir la capitulación con tan favorables condiciones para los españoles, que además cumplieron. El caso es que, dos días después, llegaron refuerzos de España, al mando de Martín de Vallecina y sin que esta vez ninguna tormenta les perjudicara, pero ya sin utilidad alguna. Esta circunstancia le traería complicaciones a del Águila en su regreso a España con sus tropas. Llegó el 13 de marzo a La Coruña y acabaría por ser arrestado y encausado. Su muerte le salvó de la justicia, pero tuvo tiempo de emplear el dinero que traía en crear un hospital de campaña para atender a sus soldados heridos.

Anteriormente, el 6 de enero, O'Donnell con Zubiaur había ya iniciado la singladura hacia España en Castlehaven con la pretensión de solicitar más ayuda a Felipe III. Existe la duda de si su primer contacto con la Península fue en Luarca (Asturias) y no en La Coruña.

Consiguió entrevistarse con el monarca en Zamora, que le trató bien, pero le dio largas. Volvió a La Coruña y, al no recibir contestación del rey a sus cartas, se trasladó a Simancas (Valladolid), donde moriría sin ser recibido por Felipe III. O'Neill y Tyrrell se retirarían al norte de Irlanda, donde continuaron la lucha, pero también se rendirían al año siguiente.

La guerra de los nueve años entre España e Inglaterra terminaría con la paz de Londres en 1604, ya con Jacobo I como rey de Inglaterra.