Batalla de Medina de Rioseco o del Moclín (14 de julio de 1808)

20.01.2023

Por Juan María Silvela Miláns del Bosch

Escena de la Guerra de Independencia española. Joseph Flaugier. Museo del castillo de Montjuic

A MODO DE PRÓLOGO

Fue la primera batalla importante de la desastrosa para España Guerra de la Independencia; contienda que duró 6 años: desde el 2 de mayo de 1808 hasta el 4 de junio de 1814. A pesar de que tuvo un final victorioso, nuestra nación sufrió un inmenso daño. Evidentemente, se expulsó a los franceses gracias al esfuerzo de los españoles, pero también por la derrota que sufrió el Ejército francés en Rusia y, sin duda, por la ayuda inglesa, que no fue ni mucho menos gratuita.

Casi 100 años antes, la Batalla de Villaviciosa (10/XII/1710-Guerra de Sucesión), victoria decisiva del Ejército español, permitiría a Felipe V consolidarse en el trono. No es aventurado pronosticar que semejante consecuencia se hubiera producido, si se hubiera obtenido la victoria en la batalla que nos ocupa hoy, designada muy pronto por los riosecanos como del Moclín. La situación de las tropas imperiales de ocupación se hubiera vuelto imposible de mantener. Por el contrario, la derrota de nuestras fuerzas en Rioseco permitiría a José I Bonaparte trasladarse a Madrid para hacerse cargo del trono español, aunque la derrota de Bailén, cinco días más tarde, le obligaría a retirarse a Vitoria.

A pesar de lo afirmado, la Guerra de Sucesión, con su dimensión claramente internacional, pues Europa occidental se vio casi totalmente involucrada, sería un antecedente evidente de la Guerra de la Independencia; no sólo por el carácter europeo, sino por otros muchos aspectos, como la actuación de los guerrilleros, la involucración de la Iglesia (los curas trabucaires), su carácter de guerra civil, aunque mucho menos marcada en esta última que en la de Sucesión...

Con todo, decidida la Guerra de Sucesión, España pudo rehacerse y recuperar la consideración internacional de gran potencia, perdido durante la citada contienda. Nuestra nación había bajado a segunda división (si se me permite escribir en términos futbolísticos) y el esfuerzo realizado en la guerra inclinaba al pesimismo y a considerar que se podía producir un nuevo descenso, a tercera división. No fue así y volveríamos a la primera, situación que no se perdería hasta el reinado de Carlos IV. Esto no sucedería después de la Guerra de la Independencia y no habría, por tanto, justa compensación para aquellos compatriotas, que con armas rudimentarias se unieron a los restos del desorganizado y mermado Ejército español en defensa de su libertad, patria y religión. Demasiados dieron su vida o quedaron mutilados. Pero las desgracias no fueron sólo para los combatientes; las consecuencias de la guerra también serían durísimas para sus familias y los no participantes en la misma, que sufrieron la represión y el saqueo francés, cuando no la destrucción provocada a causa de la táctica de tierra quemada llevada a cabo por Lord Wellington.

Inglaterra, que en pocas ocasiones había reunido más de 50.000 soldados y que nunca llegaría a los 100.000, frente a los 300.000 del Ejército francés, fue la gran beneficiada de la paz. El esfuerzo de nuestro Ejército, que en varias ocasiones llegó a superar los 100.000 hombres, y la labor extraordinaria de desgaste realizada por las guerrillas no fue tenida en cuenta. En consecuencia, España no conseguiría las justas compensaciones. Incluso ningún representante español firmaría en los documentos de la Paz de París (20 de noviembre de 1815); era el colorario lógico de haber tenido un papel secundario en el Congreso de Viena (1814/15).

Lord Wellington fue quien se llevaría los mayores laureles de la victoria. Su afán de destruir cualquier industria que pudiera hacer competencia a su país en el futuro, con la disculpa de que podría ser aprovechada por los franceses, nos produjo gravísimos daños que costaría superarlos muchos años; a veces, se perdieron para siempre, como, por ejemplo, la fábrica de porcelanas del Retiro. Siempre me ha dolido leer alabanzas excesivas a este personaje, que, por desconocimiento, se hacen con más frecuencia de lo deseado. Si bien nos ayudó a expulsar a los franceses, causó, a la vez, demasiados destrozos al patrimonio español. Por otra parte, su estrategia defensiva, que establecía como prioridad la defensa de Portugal, prolongaría la guerra más de lo debido, lo que la hizo mucho más dura.

Efectivamente, la guerra, a corto y medio plazo, fue un desastre para la mayoría de los pueblos y ciudades de España. Como ejemplo podemos citar precisamente a Medina de Rioseco, que padeció el saqueo general, la violación de sus mujeres, el fusilamiento de sus hombres y la destrucción de un importante patrimonio. Además, casi ninguna población se libró de pagar impuestos durísimos, como Valladolid y Palencia, cuando no del expolio y el saqueo directos. El desarrollo de la incipiente industria y la mejora de las condiciones sociales y económicas logradas por la Ilustración se paralizaron o retrocedieron. Como consecuencia, la modernización de la nación sufrió un grave retraso, que sólo se recuperaría al final del siglo con la restauración borbónica, progreso que se detuvo de nuevo después del desastre del 98. A pesar del comportamiento heroico de un par de escuadrones de la Caballería de la Guarda Real, el Arma no fue protagonista en esta batalla; pero la proximidad de Medina de Rioseco a Valladolid y la implicación de la capital de la provincia y del pueblo de Cabezón en los prolegómenos de la misma, nos ha animado a publicar este estudio en la página web de nuestra asociación.

1.- LOS ANTECEDENTES

El 21 de octubre de 1805, las marinas francesas y españolas eran derrotadas en la batalla de Trafalgar por la escuadra inglesa al mando de Nelson; como consecuencia, el comercio de nuestra nación y de Francia con Las Américas se hizo imposible. Como primera medida ante la destrucción de ambas escuadras, Napoleón, amparándose en el Tratado de San Ildefonso (alianza de España y Francia contra Inglaterra, firmado en agosto de 1796), pidió a finales de este año que tropas españolas sustituyeran a las francesas que defendían el reino de Etruria (recientemente establecido en La Toscana). Carlos IV no tuvo más remedio que acceder, pues, al fin y al cabo, la reina María Luisa era su hija mayor. En consecuencia, cerca de 5.000 soldados españoles, al mando del general Gonzalo O'Farril, entrarían en Florencia. Continuaba así la dispersión del Ejército español, pues ya se habían mandado unos 7.000 soldados en defensa de Puerto Rico ante un previsible ataque inglés.

Croquis de la batalla de Trafalgar (Archivo Nacional de Simancas)

Demasiado presionado por la situación de absoluta subordinación española ante la política francesa, Godoy, animado por el embajador ruso, iniciaría contactos con Inglaterra en el verano de 1806. A la postre resultarían infructuosos, pero realizaría imprudentemente una proclama el 5 de octubre en la que se llamaba a la guerra. Aunque no designaba enemigo, Napoleón se dio cuenta de que pretendía cambiar de aliado, lo que le indignó y le hizo tomar medidas para evitarlo.

Por otra parte, el colapso del comercio obligó al emperador a declarar el bloqueo continental a Inglaterra al mes siguiente (21/XI/1806). En frase del mismo, había que "vencer al mar por medio de la tierra". En consecuencia, Lisboa, Cádiz, Valencia y Barcelona se convirtieron en objetivos prioritarios, pues, como era previsible, Portugal, aliado tradicional de del reino británico, se negaría a cerrar sus puertos a los barcos ingleses. El emperador decidió entonces invadir Portugal y mantuvo en secreto su intención de ocupar también nuestra nación.

Para congraciarse con Napoleón, Godoy, en marzo del año siguiente, decidió adherirse al bloqueo. Como consecuencia, una buena parte de las fuerzas que permanecían en España debían apoyar a las unidades francesas que atravesarían España para conquistar Portugal. Además, en ese mismo mes, un cuerpo de 14.000 soldados con 3.000 caballos, al mando del marqués de la Romana, general Pedro Caro y Sureda, en el que se integró la división que estaba en Etruria, previamente reunidos en Hamburgo, marcharían a ocupar Dinamarca.

Para la conquista de la nación vecina, el 18 de octubre de 1807, una división francesa cruzó la frontera de Irún y entró en la península, antes de llegar a ningún acuerdo firmado (1). Esta gran unidad pertenecía al 1.º Cuerpo de Observación de la Gironda. En Bayona y a partir del 20 de noviembre se concentrarían otros 40.000 soldados franceses más por si hiciera falta; disculpa engañosa, pues la intención de Napoleón era ocupar también España. Nuestros compatriotas lo ignoraban por entonces y tardarían todavía cuatro meses en averiguarlo; se estaba preparando la invasión de nuestra nación y apenas se disponía de fuerzas para enfrentarse al Ejército Imperial.

(1): La 1.ª división francesa cruzó el Bidasoa ese día. Rápidamente alcanzó Burgos y, por Valladolid y Salamanca, llegó a Ciudad Rodrigo, donde se encontraron con tropas españolas mandadas por el general Carrafa, que disponía de cerca de 6.000 soldados. La gran unidad francesa pertenecía al 1.º Cuerpo de Observación de la Gironda, gran unidad articulada en tres divisiones de Infantería y una de Caballería. 

Nueve días más tarde, el 27 de octubre, se firmaba el Tratado de Fontainebleau entre España y Francia, donde se acordaría que Portugal fuera dividida en tres naciones. El sur, Alentejo y El Algarbe, sería para Godoy con la denominación de principado de Los Algarbes. La zona centro, entre el Tajo y el Duero (Beira, Tras los Montes y Extremadura), se reservaba para cambiarlo por las Islas Trinidad, Gibraltar y otras colonias. Por último, el norte sería para los reyes de Etruria con el nombre de Reino de Lusitania. Para la ocupación de Portugal, una gran unidad francesa de 25.000 infantes y 3.000 jinetes, el 1º Cuerpo de Observación de la Gironda, había entrado ya España e iría directamente a ocupar Lisboa. Al mismo se uniría otro cuerpo español (2). En apenas 11 días el país vecino sería totalmente ocupado (del 19 al 30 de noviembre) y los Braganza se vieron obligados a embarcarse para instalarse en Brasil (3).

(2): Lo formaban 8.000 infantes y 3.000 jinetes, además de 30 piezas de artillería y lo mandaba el general Solano, marqués de Socorro. Otra gran unidad española tomaría Oporto y la región portuguesa comprendida entre el Duero y el Miño. Su jefe era el general Taranco y constaba de 6.000 soldados, 4.000 menos de los estipulados en el tratado.         

El general Junot (4), se hizo cargo de inmediato del gobierno de Portugal, decisión que no comunicaría hasta febrero de 1808, lo que dejaba sin premio a Godoy y a los reyes de Etruria. Tan rápida conquista, no retrasaría la rápida penetración de unidades francesas en España. Para ello, Napoleón incumpliría reiteradamente la convención secreta del citado tratado en su artículo 6.º, sobre nuevas entradas de unidades francesas en la península, que efectuaron sin preocuparse de solicitar la conformidad del gobierno español. A finales de 1807, el general Dupont con el 2.º Cuerpo de Observación de la Gironda se encontraba ya establecido en Valladolid (5). Había cruzado la frontera el 22 de diciembre con la disculpa de que debía enlazar con las unidades que habían ocupado Portugal; e incluso se enviarían patrullas en dirección a Salamanca, pero el plan estratégico a seguir era otro muy distinto. A esta gran unidad seguiría otra más: el Cuerpo de Observación de las Costas del Océano que, desde Irún, llegaría a Vitoria principios de enero de 1808, al mando del general Moncey (6). En el mes siguiente, tres batallones, desde Roncesvalles, alcanzarían Pamplona, donde ocuparían su ciudadela con engaño; al tiempo, una división, formada por franceses e italianos, cruzaba la frontera por Junquera y entraba en Barcelona el 13 de enero, donde inmediatamente ocuparían Montjuic.

Un nuevo Cuerpo de Observación, llamado de los Pirineos Occidentales (7), formado en marzo y mandado por el mariscal Bessières, seguiría al de Moncey, que estaba ya en Burgos. Mientras, se formó otro Cuerpo de Observación más, llamado de los Pirineos Orientales, para el dominio de Cataluña.

(3) Ejercía el gobierno de Portugal el regente Juan a causa de la locura de su madre María                          (4): Duque de Abrantes, título otorgado por Napoleón 

(5): Eran otros 24.000 soldados con 3.500 jinetes.                                                                                             (6): Otros 25.000 soldados con 2.700 jinetes                                                                                                     

(7): Estaba formado por 25.000 soldados y jinetes, de los que 6.000 pertenecían a la Guardia Imperial

Además de las fuerzas de Portugal, cerca de 100.000 soldados imperiales habían cruzado Los Pirineos sin lucha y ocupado la zona norte de España, excepto Asturias y Galicia. El gobierno español todavía no quería ver que se estaba ocupando España para dominarla; incluso el partido fernandino creía que era para desalojar a Godoy de su privanza y favorecer la entronización del futuro Fernando VII. Sería el embajador Izquierdo, que volvió de París a primeros de marzo de 1808, quién advertiría de las verdaderas intenciones del emperador.

El 20 de febrero, el mariscal Murat, cuñado de Napoleón, fue nombrado jefe del Ejército imperial que había entrado en España y dispuso a sus fuerzas de modo que pudiera trasladarse a Madrid con el camino asegurado. Para ello, el general Dupont debía establecerse en Guadarrama con su cuerpo de observación. Una división de su gran unidad permanecería en Valladolid para vigilar a las unidades del Ejército español establecidas en Asturias, Galicia o norte de Portugal; desde allí, ya no les podrían sorprender. Al mismo tiempo, el general Moncey marcharía con el suyo a Somosierra, en cuanto el general Bessières consiguiera sustituirle en Burgos con su gran unidad.

Controladas San Sebastián, Pamplona y su ciudadela, Burgos, Valladolid, Barcelona, más dominados los puntos fuertes de Figueras, Montjuic, Pancorbo, Somosierra y Guadarrama, que permitían controlar el centro y noreste del territorio español, todo parecía ir bien para Napoleón, pero, a mediados de marzo (noche del 17 al 18 de marzo), estallaría el motín de Aranjuez, que provocaría la abdicación de Carlos IV y la prisión de Godoy. Ante tal situación, Napoleón tomaría nuevas medidas para el dominio de España.

Primeros movimientos de tropas francesas en la Península Ibérica

2.- REACCIONES ANTE LA INVASIÓN

2.1.- Las primeras sublevaciones

El mariscal Murat, informado de los acontecimientos, adelantaría su llegada a Madrid, lo que hizo el día 23. Una vez instalado en la capital, se negó a reconocer a Fernando VII e inmediatamente obtuvo la retractación secreta de la renuncia al trono que había realizado Carlos IV en favor de su hijo; además, le convenció para que escribiera a Napoleón con la deplorable disculpa de que su abdicación se había producido por la fuerza. Al día siguiente, entró Fernando VII en Madrid, donde fue recibido con gran entusiasmo.

El emperador envió entonces al mariscal Savary a Madrid con el fin de conseguir que Fernando VII saliera hacia Burgos con el señuelo de que allí se entrevistaría con Napoleón; consejo que siguió en cuanto pudo, pero ya en abril, ante el temor de que se adelantase su padre. Ni en Burgos ni en Vitoria estaba el emperador, por lo que decidió seguir hasta Bayona, a pesar de que el pueblo vitoriano intentó detener su carruaje. A la ciudad francesa llegaría el día 26, donde presionado por Napoleón y acobardado, renunciaría al trono en favor de Carlos IV.

Al mismo tiempo, Murat informó de la retractación firmada por Carlos IV al Consejo de Regencia, dejado por Fernando VII al abandonar Madrid, y exigió que Godoy fuera puesto en libertad. Una vez liberado el favorito, fue enviado a Francia debidamente protegido. También los reyes, Carlos IV y María Luisa, habían emprendido ya la marcha hacia Bayona el 24 de abril desde El Escorial.

Carlos IV, en la citada población francesa y ante la presión del emperador, entregaría vergonzosamente sus derechos a Napoleón; éste, a su vez, quiso cedérselos a su hermano Luis, rey de Holanda, pero, ante su negativa, se los ofreció a su hermano José, rey de Nápoles, que aceptó con gran disgusto de Murat, que había supuesto fueran para él.

La orden de sacar del Palacio de Oriente a los restantes miembros de la familia real para su traslado a Francia, dada por Murat el dos de mayo, sería la chispa que hizo estallar la sublevación del pueblo de Madrid, menos improvisada de lo que muchas veces se dice. Concentrados a la salida del Palacio Real, intentaron detener los carruajes que los transportaban y llegaron incluso a enfrentarse contra las unidades francesas que los protegían, formadas por jinetes polacos y mamelucos, pero todo fue inútil.

De todas formas y, a pesar de que el Capitán General de Castilla la Nueva, Francisco Javier de Negrete, había mandado que todas las unidades del Ejército español permanecieran en sus cuarteles, el capitán Velarde y el teniente Ruiz se unirían a los sublevados. A continuación, se dirigieron al parque de Artillería de Monteleón. Allí fueron recibidos por el capitán Daoiz, quién puso a su disposición el armamento, municiones y algunos cañones guardados en el citado parque. Intentaron ofrecer resistencia en dicho cuartel, pero serían rápidamente derrotados por la superioridad de las unidades imperiales, que era abrumadora, y porque las defensas del parque resultaron excesivamente débiles ante los proyectiles de los cañones franceses.

La terrible represión, realizada posteriormente por Murat y el ejemplo del heroico pueblo de Madrid, es posible que fuera una de las causas de que se acelerara la sublevación general y se extendiera por toda la península. Con todo y a pesar de la famosa proclama del alcalde de Móstoles, Andrés Torrejón (8), es muy probable que, sin la inmortalización realizada por el genial Goya de aquellos terribles hechos en su obra pictórica Los fusilamientos de La Moncloa, la citada fecha hubiera pasado más desapercibida y no fuera unánimemente señalada como el inicio de la Guerra de la Independencia por los historiadores. 

(8) La Patria está en peligro. Madrid perece víctima de la perfidia francesa. ¡Españoles, acudid a salvarla!

Si Madrid fue la primera ciudad en sublevarse contra la ocupación francesa, sería el Principado de Asturias el que tuviera el honor de ser la primera región en hacerlo. El 5 de mayo lo haría Gijón y cuatro días más tarde Oviedo. La Junta General del principado se transformaría en Junta Provincial de Gobierno el 25 de mayo ante la presión de los ovetenses, que habían asaltado el Depósito de Armas de su ciudad e interrumpieron la reunión de aquella. La Junta mandaría inmediatamente delegados a Reino Unido en petición de ayuda.

El 30 de mayo de 1808, quien declaró la guerra a Francia fue Galicia. Era el día de San Fernando y se dispararon salvas para celebrarlo desde todas las defensas de La Coruña, al tiempo que se organizaba la inevitable junta; a la misma, serían convocados los delegados de todas las provincias: La Coruña, Lugo, Orense, Pontevedra, Santiago, Tuy y Mondoñedo. Pero el pueblo, impaciente, asaltaría los parques de armas y obtendrían más de 40.000 fusiles. De inmediato, se decretó la movilización de todos los ciudadanos comprendidos entre los 16 y 40 años.

Dos días más tarde, ya en junio, lo haría Valladolid. El capitán general Gregorio García de la Cuesta, veterano de la guerra contra La Convención, se resistió a sublevarse en un primer momento, pues lo consideraba prematuro. Sin embargo, ante la tortura y el asesinato de Miguel de Cevallos, gobernador militar de Segovia, ya no lo dudó. Por su carácter autoritario, no consintió que la junta, que se creó con representantes de cada una de las provincias de Castilla la Vieja, se entrometiese en las cuestiones militares y la relegó a actividades puramente administrativas. Nadie podría limitar su acción de mando en su capitanía, que debía, dadas las circunstancias, ser ejercida de forma absoluta. Inmediatamente decretó el alistamiento de todos los castellanos con edad comprendida entre los 17 y 40 años. Con provisiones, que aportaron Zamora y Ciudad Rodrigo, previstas para abastecer a las unidades que se encontraban en Portugal, comenzó a organizar unidades para enfrentarse a los imperiales.

Santander y Logroño se sublevaron igualmente; se puede afirmar sin exageración que todo el noroeste de la península se había levantado en armas en junio. Napoleón no lo había previsto y, desde luego, fue una sorpresa para él. Demostró una gran ignorancia sobre el carácter español, pues creyó que con dádivas y halagos a los dirigentes, promesas de mejoras para las clases bajas y medias y el ofrecimiento de libertades, obtendría la conformidad del pueblo. Antes se había enfrentado a los dirigentes de diversos reinos, ducados y condados, pero aquí tendría que hacerlo contra el pueblo de España, que se sublevó para defender su libertad, patria y religión. Decidió entonces reforzar al mariscal de Francia, Juan Bautista Bessières, en Burgos y ordenó que, desde Pamplona, se ocupase Zaragoza. Quería primordialmente proteger las comunicaciones con Francia desde Burgos y Barcelona y, una vez aseguradas, que se destacasen inmediatamente unidades de los cuerpos de observación a las poblaciones sublevadas para sofocar los levantamientos y que se represaliase a los promotores de la insubordinación con la dureza necesaria, mandato que fue cumplido con desmesurado celo y que fue terriblemente cruel en demasiados lugares de nuestra geografía.

Las juntas creadas en cada región organizaron su propio ejército, que se comportaba como una gran unidad de este nombre y se denominaba como la región donde se había organizado (Ejército de Galicia, Castilla la Vieja, Extremadura, Andalucía, Murcia, Valencia, Aragón...). Se limitaron en principio a defender su propio territorio. Con ello se mostraba una vez más el carácter individualista español; pero no vino mal, pues, como se verá más adelante, el Ejército español no estaba en condiciones de enfrentarse con éxito al imperial.

2.2.- La estrategia adoptada por Napoleón y los movimientos de las fuerzas de ocupación.

En cumplimiento de las órdenes del emperador, Bessières mandaría al general de división Merle  a someter Santander desde Burgos el dos de junio. Este último llegó a Reinosa cuatro días más tarde con cuatro batallones, dos escuadrones y 8 cañones. Pero, informado el mariscal de los preparativos de Cuesta, ordenó a Merle retroceder hacia Palencia, donde debía reunirse con el general Lasalle y derrotar cuanto antes al Capitán General de Castilla la Vieja. Al tiempo, envió al general Verdier a Logroño, con su primera brigada (4 batallones, 200 jinetes y 4 cañones) (9). La ciudad riojana, con limitadas protecciones y mal defendida, sería asaltada sin dificultad el día 6 e inmediatamente saqueada.

(9) Ante la diversidad de datos diferentes observados en las fuentes consultadas, se utilizan, salvo en algún caso, las elegidas y proporcionadas por el estudio inédito y preciso del riosecano José Fernández García, coronel de Caballería, titulado: Batalla del Moclín

Napoleón, una vez que le llegó mejor información sobre el alcance de las sucesivas sublevaciones, ordenó acelerar la ocupación de toda España, especialmente de las zonas que pudieran ser auxiliadas por los ingleses. Por otra parte, todavía faltaba la ocupación del sur y la costa levantina y era primordial disponer de sus puertos para dominar el Mediterráneo, del cual quería hacer un mar francés.

De todas formas y en cumplimiento del plan estratégico del emperador, Junot ya había decidido que el general Moncey marchara a ocupar Valencia por Cabrerillas con cerca de 30.000 hombres y que el general Dupont atravesara el desfiladero de Despeñaperros y tomara Córdoba, Sevilla y Cádiz con casi 25.000 soldados. No fueron disposiciones muy acertadas, pues estas dos grandes unidades debían actuar separadas sin poder apoyarse mutuamente y, según se fueran alejando de Madrid, cada vez tendrían menos posibilidades de ser reforzadas. La disculpa que utilizarían para justificar la marcha de Dupont hacia Cádiz fue la defensa de los barcos franceses supervivientes de la Batalla de Trafalgar; para llevar a cabo el plan de ocupación de Valencia, ni siquiera expresaron una mínima justificación.

El emperador, que nunca pensó en cumplir el tratado de Fontainebleau, exigiría posteriormente quedarse con Portugal o trasladar la frontera pirenaica al río Ebro, pero seguramente con el ánimo de conseguir posteriormente ambas cosas.

Mientras tanto, Cuesta había conseguido reunir cerca de 5.000 combatientes noveles y unos 600 jinetes en Valladolid; además, pudo traer desde Segovia cinco piezas de artillería ligera. Informado Bessières de sus progresos en su labor de reclutamiento, ordenó al famoso general de Caballería conde de Lasalle que, desde Burgos y por Palencia, se dirigiera al encuentro del veterano general español. No quería darle tiempo para que se reforzara más y era necesario proteger la ocupación de Burgos con el fin de asegurar las comunicaciones con Madrid, donde el emperador quería instalar cuanto antes a su hermano José.

El 6 de junio, Lasalle, con cuatro batallones, dos escuadrones y 8 cañones se aproximaba a Torquemada. A la entrada de la población, observó que unos 500 campesinos mal armados habían desplegado detrás del puente del Pisuerga, sobre el que colocaron una barricada formada por unos carros y otros elementos de circunstancias con la intención de cortarle el paso. No dando ninguna importancia a tal intento defensivo y sin detenerse a esperar a Merle, ordenó a sus jinetes asaltar con un ataque frontal y fulgurante el puente. Fácilmente dispersó a los improvisados soldados. Con todo, desde las casas próximas, le hicieron algunos disparos y esto le sirvió, cuando entró en el pueblo, para justificar su incendio y saqueo.

Tres días se mantuvo Lasalle en Palencia. El 10 de junio, estableció contacto con Merle en Dueñas, pero, informado por sus cazadores de la pretensión de Cuesta de cortarle el paso hacia Valladolid en el puente de Cabezón sobre el río Pisuerga, inició la progresión por la margen derecha del río para enfrentarse al veterano general español.

Movimientos previos al combate de Cabezón

3.- LA DERROTA DE CABEZÓN DE PISUERGA

3,1.- El combate

El teniente general Cuesta había logrado reunir de cerca de 5.000 infantes y dos escuadrones del Regimiento de Caballería de Línea Reina, otros dos del Regimiento de Línea Calatrava y sendas partidas de jinetes; una de estas estaba formada por veteranos de la brigada de Carabineros Reales; eran unos 160 jinetes integrantes de la escolta que había acompañado a los reyes, Carlos IV y María Luisa, hasta la frontera francesa; la otra pertenecía a las Guardias de Corps; habían escapado de Madrid y no eran más de 100. Además, contaba con los cinco cañones traídos de Segovia, servidos por cadetes de la Academia de Artillería. Con todo ello, pensaba detener a Lasalle en Cabezón, donde se encontraba uno de los dos únicos puentes que permitían cruzar el río Pisuerga en la zona. El segundo estaba en Valladolid; era y es el llamado Puente Mayor.

A las 06,00 horas del día 12 de junio, 50 jinetes españoles, destacados en Venta Trigueros, advertirían del avance de las unidades del general Lasalle. Cuesta ordenaba entonces desplegar rápidamente a su nuevo y mínimo ejército y a varias partidas de paisanos vigilar los vados del río; incomprensiblemente lo hizo en arco delante de la orilla derecha del Pisuerga con las unidades de Infantería en el centro, las de Caballería en las alas y el puente a su espalda; es decir, sin dejar la más mínima posibilidad de realizar una retirada en orden en caso de necesidad. Situó, además, dos cañones a retaguardia del centro y por delante del río y los otros tres a la salida del pueblo, pero detrás del puente.

Lasalle se aproximaba a Cabezón con 1.950 infantes, 627 jinetes y 8 cañones. Cerca se encontraba el general Merle, entre Fuensaldaña y Cigales, con 4.270 infantes, cerca de 1.000 jinetes y 12 cañones. Al impetuoso general de Caballería francés no le parecía un enemigo digno de tener en cuenta lo que tenía enfrente y no quiso esperar a que el general Merle se acercase y desplegara también. Por ello, ordenó asentar rápidamente sus cañones, para que abriesen fuego inmediatamente, hacia las 12,00 horas del citado día. Los jinetes españoles de los regimientos Reina y Calatrava estaban montados sobre caballos bisoños y sin adiestrar. Inevitablemente y, ante las primeras descargas de la batería enemiga, se encabritaron y se desbandaron. Pero las desventuras no acabaron con el abandono de la línea de estos dos escuadrones, pues por desgracia acabaron por contagiar a los caballos de los carabineros reales y guardias de corps que se desordenaron también. Lasalle conseguiría de esta manera que los dos flancos del despliegue castellano quedaran desguarnecidos, sin ni siquiera haber combatido.

Al observar el resultado del fuego de sus cañones, Lasalle articuló a su infantería en dos columnas; una debía avanzar directa hacia el puente de Cabezón y la otra progresaría por la izquierda y cubierta por el convento de Palazuelos para envolver el ala derecha de la disparatada formación enemiga En realidad, no tuvo que realizar mucho esfuerzo en el combate, pues delante de las dos columnas mandó cargar a un escuadrón del 22.º Regimiento de Cazadores; no tuvo éxito en la primera acometida, pero sí en la segunda, que provocó la huida de los españoles, en realidad paisanos mal uniformados y sin una mínima instrucción. No puede extrañar, por tanto, que se desbandasen. Unos huyeron por el puente, atropellando a los sirvientes de las piezas de artillería, otros cruzaron el rio a nado y algunos se ahogaron. Sólo la unidad de Tiradores Literarios organizada por la Universidad de Valladolid ofreció alguna resistencia a los franceses.

A continuación, una sección de dragones franceses ocuparía el puente, mientras otros jinetes acuchillaban a los sirvientes de los cañones de la segunda línea artillera española. Como era previsible, los pueblos de Cabezón y La Overuela serían saqueados, cruel acción que, por otra parte, libró a las fuerzas españolas de la persecución. Gracias a este pillaje, Cuesta pudo retirarse sin dificultades hacia Benavente por Medina de Rioseco y Villalpando. Las bajas de sus unidades fueron de unas 500 soldados, entre muertos, heridos y desaparecidos. Lasalle sólo contabilizó 13 muertos y 30 heridos, lo que certifica que apenas hubo combate.

3,2.- Movimientos posteriores a la derrota

Valladolid, igual que Palencia, no ofreció resistencia a la ocupación francesa y Lasalle entraría a las 16,00 horas del mismo día 12 de junio en la ciudad. Con su crueldad habitual, fusiló a una docena de patriotas y deportó a Bayona a otros cincuenta en calidad de rehenes; por supuesto, no dudó en exigir el pago de una tremenda contribución.

El general de división Merle recibiría posteriormente la orden de esperar en la capital castellana al general Frère, quién, con su unidad, había sofocado la sublevación de Segovia. Pero este último no llegó, pues el mariscal Savary, desde Madrid, le había ordenado que se estableciera al sur de la Sierra de Guadarrama. Tampoco se pudo tomar contacto con el general Loison, que debía haberse situado en Miranda de Douro, para, desde allí, colaborar en la pacificación de Castilla, según le había ordenado el general Junot. En consecuencia, Cuesta pudo iniciar la reorganización de su pequeño ejército en Benavente sin verse amenazado.

Como la orden de Napoleón era mantener a Burgos bien asegurada, el mariscal Bessiéres, que sólo pudo contar con sus propias fuerzas, ordenó a Merle abandonar Valladolid el día 15 de junio y, por Palencia, dirigirse a sofocar la rebelión de Santander. Forzado el paso de Pozazal y, nada más pasar Reinosa, fue reforzado por el general Ducos con una brigada de la división del general Verdier (10); desde Miranda de Ebro, había progresado por la margen izquierda del Ebro y, a través de Frias y Soncillo, conseguiría sin dificultades alcanzar el Puerto del Escudo y vencer la escasa resistencia que allí le hicieron. Rebasada la sierra, juntos, Merle y Verdier, continuaron por el valle de Luena hacia Santander, que se entregó sin resistencia. A pesar de ello, la ciudad cántabra no conseguiría librarse de la correspondiente contribución. Al mismo tiempo, Bessières ordenaría a Lasalle retroceder hasta Palencia, desde donde debía vigilar las comunicaciones con Valladolid y León, acción que inició el día 16. La capital castellana quedaba, por tanto y a partir de esa fecha, despejada de unidades imperiales. En la ciudad del río Carrión se establecería de nuevo Lasalle con escasamente 2.500 combatientes, entre los que solo disponía de 100 jinetes y 4 piezas de artillería. En Burgos, Bessières sólo contaba con otros tantos soldados, aunque pertenecían a la Guardia Imperial (11); de todas formas, pidió ser reforzado con urgencia.

(10) El general Merle disponía de 10 batallones de Infantería, 100 jinetes y 8 cañones. Ducos llevaba consigo 4 batallones más y unos 50 jinetes. En total sumaban unos 5.000 combatientes.

(11) De Caballería contaba con un escuadrón de coraceros y carabineros, un escuadrón de cazadores, otro de granaderos y 127 gendarmes de elite, todos de la Guardia Imperial, más un destacamento (compañía) de Caballería polaca (chevaux legers), que todavía no pertenecían a la misma. Estas unidades iban a participar en la batalla de Medina de Rioseco.

Cuesta, inasequible al desaliento y una vez instalado en Benavente, se dedicó a reunir y reorganizar sus unidades y a reclutar más combatientes en la zona. Sabía que, abandonada Valladolid por Lasalle, podría derrotar a los escasos efectivos enemigos establecidos en Palencia; además y al tiempo, era posible cortar la retirada a los cerca de 5.000 franceses que ocupaban Cantabria y resarcirse de la vergonzosa derrota de Cabezón.

Napoleón, bien informado de los reclutamientos que estaba haciendo el Capitán General de Castilla la Vieja en la zona de Benavente, de sus preparativos y peticiones de refuerzos a Galicia y Asturias, se reafirmó en que Bessières se mantuviese en Burgos, en donde sería debidamente reforzado. Muy pronto llegaría una brigada de la división de Infantería del general Mouton (dos regimientos veteranos de Infantería, el número 4.º ligero y el 15.º de línea), mientras la otra brigada de la división debía proteger al nuevo rey, su hermano José, en su marcha hacia Madrid. Al tiempo, se ordenó a Merle que abandonara Santander y volviera de nuevo a Burgos.

Estas circunstancias provocarían que se produjera el primer enfrentamiento importante de los ejércitos francés y español en una gran batalla, la de Medina de Rioseco. Por desgracia, la situación de nuestras unidades con sus mejores tropas en Dinamarca, Portugal y Santo Domingo y con los soldados que permanecían en España, mal vestidos, calzados y uniformados, con fusiles sin bayonetas, sin jinetes que les proporcionaran información y seguridad al frente y a los flancos (12), era tan desastrosa que difícilmente iban a poder enfrentarse a las impresionantes unidades de l'armée imperial.

(12) Todos los regimientos de Caballería estaban con un solo escuadrón, desprovistos de caballos y sin poder remontarlos adecuadamente.

Al principio de la guerra, sólo la Artillería pudo enfrentarse con éxito a la francesa. Disponía de sirvientes de las piezas bien instruidos, que realizaban los fuegos con eficacia. Sin embargo, como no se disponía de artillería volante y había que transportar los cañones mediante el alquiler de muleros, que se marchaban del campo de batalla con su ganado en cuanto comenzaba el combate, cada vez se dispuso de menos artilleros veteranos según se desarrollaba la guerra, pues se abandonaban las baterías  con sus sirvientes en las numerosas derrotas .

En Infantería se seguía un reglamento inspirado en los textos franceses, pero sin tener en cuenta las importantes transformaciones que se habían realizado en el país vecino gracias a la experiencia adquirida en las batallas libradas durante sus recientes campañas. El problema era que el gobierno español no se había preocupado de mandar observadores; éstos hubieran podido advertir de las reformas efectuadas.

En Caballería, durante la campaña de Portugal (1807), al haberse quedado anticuado reglamento de 1875, se tradujo el francés de 1788, pero fue seguido por los jefes del Arma de forma anárquica. Como cada regimiento enviaba a la campaña uno o dos escuadrones, se hacía imposible coordinar los movimientos y evoluciones en las agrupaciones (regimientos) que se formaban con estas pequeñas unidades. Se produjo entonces el mismo problema de coordinación en la ejecución de la maniobra táctica de la Guerra de las Naranjas (1801). Consciente del problema, el entonces comandante Ramonet tradujo el reglamento inglés en 1809. Adoptado oficialmente en 1814, estaría vigente 33 años.

Por otra parte, las juntas se dedicaron a defender su propio territorio y optaron inicialmente por salir al encuentro del enemigo para presentarle batalla con despliegues tradicionales (Infantería en el centro, la Caballería en las alas, cuando se pudo disponer de ella, y la Artillería al frente). A partir del tercer año de guerra y ante las sucesivas derrotas, se buscó la dispersión en frentes mucho más amplios. En combates de pequeña entidad había más posibilidades de derrotar al enemigo, sobre todo porque las unidades españolas se adaptaban mejor al terreno que las francesas; evidentemente era mejor conocido y de mayor importancia su dominio en este tipo de enfrentamientos. Con la excepción de las victorias de Bailén, Alcañiz, Tamames y San Marcial, el Ejército español sería inevitable y reiteradamente derrotado en campo abierto. Es significativo que en las batallas indicadas el planteamiento táctico español fuera defensivo.

Con grandes formaciones, el mayor adiestramiento de las divisiones francesas, su rápida y gran capacidad de maniobra, así como la manifiesta superioridad en armamento y medios, imposibilitaron las victorias españolas. Pero, como señala con acierto el coronel Sañudo, experto en la historia de la Guerra de la Independencia, los franceses aprendieron rápidamente que en nuestra península los ejércitos pequeños son derrotados y los grandes perecen de hambre (13). Además, la necesidad de ocupar todo el territorio español (sólo Tarifa, Cádiz, Cartagena y Alicante se libraron de la ocupación francesa) les obligó a la dispersión, que fue una de las causas de su derrota final.

(13) Sañudo J.J.: El Ejército español y la táctica militar, artículo 7 de la II parte: Perspectivas del Ejército y el pueblo español en armas del libro: La Guerra de la Independencia (1808-1814), Ministerio de Defensa (patrocinado por el BBVA). Madrid, 2007.

El combate de Cabezón es apenas nombrado por los historiadores militares; por supuesto, fue una pequeña derrota, pero, con todo, muy significativa. Ponía al descubierto la ausencia de unidades del Ejército español bien instruidas y debidamente adiestradas para la guerra.

Al igual que la toma de Brihuega, durante la Guerra de Sucesión, anunciaba la victoria al día siguiente del Ejército de Felipe V en Villaviciosa de Henares contra el Ejército aliado del bando austracista, la derrota de Cabezón hacía presagiar la futura derrota del Ejército español ante el francés en Medina de Rioseco 32 días más tarde.

4.- LOS EJÉRCITOS DE CASTILLA Y GALICIA QUE INTERVENDRÁN, EN LA BATALLA DE MEDINA DE RIOSECO.

4,1.- El Ejército de Castilla

El general Cuesta había conseguido retirarse a Benavente sin ser perseguido y allí se dedicó a reunir y reorganizar su pequeño ejército el resto del mes de junio. Al tiempo, inició el reclutamiento de soldados en la propia comarca y a pedir refuerzos a las Juntas de Asturias y Galicia. Pronto empezaron a llegar algunas ayudas; de León, recibiría un batallón de estudiantes y, de Asturias, el Regimiento de Covadonga, articulado en tres batallones formados por voluntarios de El Principado. Parece ser que llegó a disponer de 9.000 combatientes (14). Además, logró reunir a 560 jinetes que habían estado en la derrota de Cabezón (porque escribir: "participado", es mucho decir); sin embargo, no pudo recuperar ni siquiera una pieza de artillería. De la instrucción de los recién reclutados, se encargó el jefe de su estado mayor, el teniente coronel José Zayas, que los agruparía en unidades denominadas tercios

(14) Según el general Blake de sólo 6.000.

Habiéndose hecho cargo el general Blake del Ejército de Galicia, Cuesta le escribió una carta el 24 de junio para expresar su malestar por la presencia en Palencia de una escasa fuerza francesa que se dedicaba a devastar la zona. Añadía que era necesario atacarle antes de que se reforzara. Para llevar a cabo tal acción, le solicitaba el refuerzo de 12.000 infantes y 12 cañones. Así podría echar a los franceses de Palencia, al tiempo que cortaba la retirada a los 5.000 combatientes del general Merle que habían ocupado Santander. Añadía como argumento que la mejor defensa de Galicia consistía en fijar y derrotar a las unidades francesas lejos de los límites de la región. Mientras, Blake podría seguir con la preparación e instrucción del resto de su Ejército. Cuatro días más tarde, Zayas entregaría la petición de Cuesta a Blake en Villafranca del Bierzo. La respuesta del recién ascendido a general fue negativa, pues tenía orden de la junta gallega de no ceder ninguna unidad de su Ejército para auxiliar a las fuerzas de las regiones vecinas. Aún así, recomendó al teniente coronel que fuera a la Coruña y ante la propia Junta de Galicia presentara la petición. En la capital gallega, el teniente coronel conseguiría el apoyo solicitado por Cuesta y la resolución, firmada con fecha 1 de julio, sería comunicada a Blake dos días más tarde. Se le ordenaba que siguiera el plan de maniobra previsto por el Capitán General de Castilla la Vieja, pero se le hacían varias advertencias en documento reservado, que se exponen a continuación. En primer lugar, que lo llevara a cabo sin comprometer la seguridad de la región gallega y que del Ejército de Galicia es VE. el jefe; además, le exigía que las operaciones se llevaran a cabo siempre conservando VE. la autoridad; y, por último, que no dudara en replegarse hacia Galicia en caso de desgracia. Son frases que dejan entrever claramente que la Junta de Galicia desconfiaba del patriotismo de Cuesta (15) por haber esperado demasiado tiempo en sublevarse contra el invasor.

(15) El teniente general Gregorio García de la Cuesta había nacido en Tudanca (Cantabria) y tenía entonces 67 años. Acababa de ser nombrado Capitán General de Castilla la Vieja, pues, durante el segundo gobierno de Godoy, había estado sin destino.

De este veterano general podría decirse que era demasiado severo y rígido, poco conciliador e incluso que no tenía talento, pero dudar de su patriotismo era lo último que se podría afirmar. Napoleón había ofrecido a Cuesta el virreinato de Méjico y no lo había aceptado e incluso había intentado convencer a Fernando VII de que no saliera de España. Era, por otra parte, muy querido por sus subordinados, ya que se le consideraba austero, recto y justo, tenía muchísima experiencia, tanto de combate como de mando de grandes unidades, y el valor acreditado.                                          

Las consideraciones gallegas eran típicamente españolas, propias de nuestro carácter individualista, que en el caso que nos ocupa iban a ser nefastas para el desarrollo de la batalla de Medina de Rioseco en sentido favorable a nuestras fuerzas.

4,2.- El Ejército de Galicia

La Junta de Galicia, una vez consolidada la sublevación, tomó inmediatamente las medidas necesarias para formar un gran ejército con las unidades que estaban de guarnición en la región, las tropas que se pudieron recuperar de la expedición al norte de Portugal y el intenso reclutamiento que se iba a llevar a cabo. Con los nuevos reclutas obtuvieron cerca de 14.000 combatientes más y de esta forma llegaron a reunir unos 40.000 hombres. De la organización e instrucción del nuevo Ejército de Galicia se encargó el Capitán General de Galicia, teniente general Antonio Filangieri, quién nombró al brigadier graduado Blake (16) jefe de su Estado Mayor, lo que le obligó a dejar el mando del regimiento de Voluntarios de la Corona.                                      

(16) El teniente general Joaquín Blake y Joyes había nacido en Málaga y tenía entonces 49 años. Su familia era de origen irlandés y noble, del condado de Galway. Blake era un buen organizador, pero carecía de experiencia en el mando de grandes unidades y cuando fue a tomar decisiones importantes se mostró demasiado dubitativo.

Concentradas todas las unidades en Lugo, el teniente general llegó a contar con 56 batallones, encuadrados en seis divisiones; sin embargo, apenas consiguió reunir tres escuadrones de Caballería; y, con respecto a Artillería, sólo pudo disponer de 10 cañones. En principio, Filangieri pensó que los franceses, una vez ocupada Valladolid, podrían dirigirse a atacar la región gallega por el sureste de la provincia de Lugo desde la citada ciudad castellana. Para evitar cualquier sorpresa en esa dirección, ordenó ocupar los Montes de Cebreiro y su puerto de Piedrafita. Cuando se enteró del abandono de Valladolid por parte de las unidades francesas, se decidió a cruzar Los Ancares y entrar en la provincia de León para establecerse en el valle del Bierzo. Allí llegó el 19 junio e instaló su cuartel general en Villafranca. Pero, al día siguiente, la Junta le comunicó por escrito su relevo como jefe del Ejército de Galicia. Fue sustituido por Blake, al que, ipso facto, se le ascendía a teniente general, sin pasar por los empleos de brigadier efectivo y mariscal de campo. El motivo que dieron para tomar tal decisión fue la avanzada edad de Filangieri y su mala salud; para compensarle, se le nombraba consejero militar de la junta y se le ordenaba volver a La Coruña. Pero lo que de verdad perseguían los junteros era disponer de un jefe que les estuviera agradecido y les obedeciera en sus propósitos.

Filangieri aplazaría su marcha al empeñarse en entregar el mando a su sustituto debidamente, pues Blake estaba reconociendo los puertos de Manzanal y Foncebadón. Tal retraso, le resultaría fatal, ya que el día 24 de junio sería asesinado por unos reclutas del regimiento de Voluntarios de Navarra, amotinados por la falta de alimentos. El recién ascendido a teniente general regresó de inmediato y llevó a cabo la represión oportuna y severa que correspondía, además de dar las órdenes necesarias para que no se volvieran a repetir hechos tan luctuosos.

Blake, el 27 de junio, reorganizó el Ejército de Galicia y encuadró a las unidades que ya consideraba adiestradas para combatir en cuatro divisiones y una vanguardia. En total dispuso de 24.900 infantes y 150 jinetes. Además, conseguiría reunir 22 cañones más. El resto de los reclutados, cerca de 15.000 hombres, permanecerían en Lugo completando su instrucción. Inmediatamente, ocupó los puertos de Manzanal y Foncebadón para cerrar las entradas a Galicia por el Bierzo. Planeaba dirigirse a Zamora al amparo del curso del río Esla. Desde allí, tendría dos opciones; bien marchar a Valladolid por Toro y Tordesillas o ir a Madrid por Salamanca, Ávila, Villacastín y Alto del León. Confiaba en que Cuesta pudiera sujetar a las unidades francesas del Cuerpo de Observación de los Pirineos Occidentales que ocupaban Burgos, Santander y Palencia.

Recibida la orden de la Junta de Galicia de apoyar a Cuesta y seguir su plan, Blake daba el 4 de julio la orden a su Vanguardia de iniciar la marcha para adentrarse en la provincia de León, a la que debían seguir sucesivamente las divisiones primera, tercera y cuarta. La segunda se quedaría estacionada en el puerto de El Manzanal para proteger la retirada (17), en el caso de sufrir una derrota. Al día siguiente, llegaría a Astorga y, en otra jornada más, logró establecer su cuartel general en La Bañeza. Desde allí, se desplazó a Benavente para entrevistarse con Cuesta. Quería, cuanto antes, conocer en detalle el plan de maniobra planeado por el Capitán General de Castilla e intentar llegar a un acuerdo.

(17) Al mando del mariscal de campo Rafael Martinegro

En Benavente, Cuesta le expuso efectivamente su proyecto de maniobra. Consideraba que debían progresar juntos por Villalpando y Medina de Rioseco hasta Valladolid. Desde esta última capital castellana, progresarían con el flanco norte protegidos por el río Pisuerga hasta ocupar Magaz y Torquemada. De esta forma cortarían la comunicación de Lasalle, establecido en Palencia, con Burgos. Estos movimientos tendrían que realizarse a la mayor velocidad posible, para evitar que, reforzado Lasalle, se decidiera a marchar hacia Medina de Rioseco, desde Palencia, para cortarles la retirada. La decisión de no ir directamente hacia Palencia era acertada, pues la Caballería imperial podría maniobrar sin dificultades en una zona extensa, abierta y sin obstáculos de envergadura como era la comarca de Tierra de Campos. Tanto Cuesta como Blake carecían de los jinetes suficientes para enfrentarse con tales unidades de elite en terreno tan favorable a sus acciones.

Blake no se opuso a este plan, pero, siguiendo las directrices de la Junta, no reconocería a Cuesta como jefe de ambos ejércitos. Sólo admitió que coordinaría sus movimientos con el de Castilla. No era fácil que hubiera habido sintonía entre los dos generales. Cuesta era un veterano militar de carácter duro y terco, muy ordenancista y poco flexible; además, llevaba de teniente general ya 13 años. Blake había ascendido a ese empleo hacía sólo 18 días; por ello, no podía extrañar que Cuesta no consintiera en ceder la dirección de las operaciones a un jefe tan moderno y sin experiencia en el mando de grandes unidades. No se entendieron, por tanto, ni en aquel momento ni en la ejecución del plan de maniobra; tampoco durante el desarrollo de la batalla de Medina de Rioseco, causa principal de su derrota como se verá más adelante.

Además, el nuevo teniente general dejaría a su 3.ª división en Benavente, al mando del brigadier M. Fabro, para asegurar todavía más la retirada. De esta forma perdería 4.400 combatientes más y contaría con cinco cañones menos. En total, entre lo dejado en el citado pueblo de Zamora y en el puerto de El Manzanal, iban a participar en la batalla algo más de 16.000 infantes y 24 cañones, cifra que ni siquiera suponía la mitad de su Ejército. Era evidente que no pensaba empeñarse demasiado en la lucha contra el francés y estaba dispuesto a retirarse al menor contratiempo. Con todas estas reservas mentales, Blake iniciaría la marcha hacia Valladolid con desesperante lentitud.

A continuación, en el cuadro adjunto, se expone las sucesivas etapas del movimiento de los ejércitos de Galicia y Castilla la Vieja hasta el día 13 de julio.

Reproducción de un cuadro expuesto en el trabajo inédito realizado por el coronel de Caballería José Fernández Garcia titulado: Batalla del Moclín.

5.- LOS MOVIMIENTOS PRELIMINARES E INMEDIATOS A LA BATALLA DEL EJÉRCITO FRANCÉS Y DE LOS EJÉRCITOS DE CASTILLA Y GALICIA.

5,1.- Las disposiciones previas adoptadas por Bessières

Informado el mariscal francés de la gran concentración de unidades del Ejército de Galicia en la zona de Villafranca del Bierzo y de las actividades del general Cuesta en Benavente, ordenó el 2 de julio que las brigadas de Sabathier y Ducos abandonaran Santander y marcharan por Reinosa a reforzar a Lasalle en Palencia. Por otra parte, Napoleón, igualmente alarmado, mandó al mariscal Savary que organizara una columna en Madrid, para impedir que, desde la zona central, ninguna fuerza enemiga pudiera interponerse entre Burgos y la capital.

Tres días después, Bessières ordenaría al general Mouton que, con una de las brigadas de su división, la del general Reynaud, se dirigiera a Burgos desde Vitoria; la otra debía permanecer en la capital alavesa para acompañar y proteger al rey José I en su próxima marcha hacia Madrid. El 9 de julio, el general Merle llegaría a Burgos con su división; Santander quedaba liberada por tanto de la ocupación francesa.

Al día siguiente, el mariscal salió de Burgos hacia Palencia con todas las unidades de su cuerpo de ejército reunidas, excepto la brigada del general Rey (División de Mouton) que permaneció en Vitoria. A la ciudad del río Carrión llegó el día 12 dispuesto a enfrentarse a los ejércitos de Castilla y Galicia. Bessières, que estaba bien informado de los movimientos enemigos, no dudó en dirigirse a Rioseco para sorprender allí al Ejército de Castilla y cortar la retirada al de Galicia, que suponía a 40 kilómetros al sur, próximo a Valladolid. Sin embargo, Blake, en su lentísima y precavida marcha, no había progresado tanto, pues su vanguardia no había rebasado todavía Villanubla.

En la mañana del día 11, Bessières ya tenía posicionado a su cuerpo de ejército entre Ampudia y Torremormojón. Asentado en la zona citada y a unos 20 kilómetros de Medina de Rioseco, envió patrullas de Caballería por los caminos que se dirigían hacia Valladolid, con la idea de engañar a los generales españoles y que dedujeran que los iba a atacar desde la capital castellana. El día 13, iniciaba la aproximación desde estas poblaciones hacia Rioseco. Marchaba con la división del general Lasalle en vanguardia, integrada por las brigadas de Caballería del general Colbert y la de Infantería del general Sabathier. El grueso progresaba articulado en dos columnas. A las 02,00 horas del día 14, una de las columnas, formada por la brigada Reynaud de la división del general Mouton, compuesta con soldados veteranos y muy experimentados en el combate, marchaba por el camino que unía Torremormojón con Palacios de Campos y Medina de Rioseco y que, al final, dejaba al sur el páramo de Valdecuevas, actualmente llamado de San Buenaventura. La otra columna, que estaba formada por la división del general Merle, mucho más numerosa que la brigada Reynaud, pero con soldados bisoños, avanzaba más al sur, por el camino de Ampudia a Palacios de Campos y seguiría por la Vega del Juncal. A retaguardia y como reserva, progresaban por el primer camino citado, las unidades de Caballería de la Guardia Imperial y un regimiento de fusileros de Infantería de la misma procedencia (18).

(18)  Relación de fuerzas del Ejército francés:

- División del general Lasalle:

  • Brigada de Cazadores a Caballo del general Colbert:                                                                              10.º Regimiento de cazadores (4 escuadrones) ............504 jinetes y 504 caballos                              22.º Regimiento de cazadores (4 escuadrones) ...........450 jinetes y 450 caballos
  • Brigada de Infantería del general Sabathier:                                                                                             120.º Regimiento de Infantería de Línea (4 batallones) ............................................2.800 hombres
  • Artillería y zapadores: ......................................................................................................... 100 hombres y 8 piezas

- División del general Merle:

  • Brigada de Infantería del general D' Armagnac:                                                                                     1.º Batallón del 47.º Regimiento de Infantería de Línea .........................................1.000 h.        
  • 2 compañías del 86.º Regimiento de Infantería de Línea..........................................170 h. hombres          2.º Batallón del 119.º Regimiento de Infantería de Línea ............................................500 hombres            2.º Batallón del 3.º Regimiento de Infantería suizo ......................................................600 hombres
  • Brigada de Infantería del general Ducos:                                                                                                   129.º Regimiento de Infantería de Línea (3 batallones) .........................................2.000 hombres
  • Artillería y zapadores: ...........................................................................................................100 h. y 8 piezas

- División del general Mouton:

  • Brigada de Infantería del general Reynaud:                                                                                              15.º Regimiento de Infantería de Línea (2 batallones) .........................................1.403 h.                    
  •  1.º y 2.º batallones del 4.º Regimiento de Infantería Ligera ...............................1.241 h.
  • Escuadrón de coraceros y escuadrón de cazadores: ....................140 jinetes y 140 caballos
  • Artillería y zapadores: .........................................................................................................100 h. y 8 piezas

- División de Reserva

  • Infantería:                                                                                                                                                   1.º Regimiento de Fusileros de la Guardia (3 batallones)......................................2.700 hombres
  • Caballería:                                                                                                                                                   Cazadores de la Guardia.........................................................................200 jinetes y 200 caballos            
  • Granaderos de la Guardia.......................................................................202 jinetes y 202 caballos        
  • Gendarmes de Élite...................................................................................107 jinetes y 107 caballos       
  • Caballo Ligeros polacos.............................................................................91 jinetes y 91 caballos
  • Artillería y zapadores:.......................................................................................................... 120 h. y 10 piezas
TOTAL: 14.528 hombres:                                                                                                                                                                          Infantería: 12.414
                                         Caballería: 1.694
                                         Artillería y de Zapadores: 420
                                         Cañones: 34

  No hay seguridad de que estas cifras sean exactas.

5,2.- Los movimientos de los ejércitos de Galicia y Castilla

El 13 de julio sería un día perdido por los generales Cuesta y Blake; temían que Valladolid estuviera ya ocupada por Bessières, a causa de la tardanza en llegar a la zona de Medina de Rioseco, pero no era así. De todas formas, Cuesta, que permanecía en la ciudad del almirante con su nuevo Ejército de Castilla, sería inmediatamente informado por sus patrullas de guardias de corps de la presencia de unidades francesas entre los pueblos palentinos citados anteriormente; también supo de los reconocimientos efectuados por partidas enemigas hacia Valladolid. Como consecuencia, se mantuvo en la idea de que podrían ser atacados desde esta ciudad castellana, pero decidió esperar a desplegar hasta informarse con certeza de las verdaderas intenciones de Bessières. Esto indica que no estaba seguro de la dirección que traería el enemigo y prefería esperar a tomar una decisión sobre el despliegue de su ejército; con todo, se reafirmó en que era prioritario defender Rioseco.  

Blake asumió la hipótesis errónea de que el enemigo atacaría desde Valladolid. Inexplicablemente, no se le ocurrió enviar exploradores a caballo para comprobarlo desde Villanubla, donde ya había llegado su Vanguardia; hubiera sido fácil, pues dispuso tiempo de sobra para ello. Llegó a reconocer en su diario de operaciones que no tenía ni idea de donde estaban los franceses.

Si ambos generales hubieran constatado la ausencia de tropas francesas en Valladolid, habrían podido ocuparla y Bessiéres, con bastante menos combatientes que ellos, no se hubiera arriesgado a intentar desalojarles de allí; tampoco se habría dirigido a Rioseco para cortarles la retirada hacia Benavente, pues difícilmente en la ciudad de los almirantes obtendría los suministros y avituallamientos necesarios para mantenerse mucho tiempo; sin embargo, Cuesta y Blake sí que podrían cortarle su comunicación con Burgos, cuya seguridad había sido señalada por Napoleón como prioritaria. Era, por tanto, muy probable que el mariscal se decidiese a retroceder de nuevo hasta Palencia y allí se hubiera dispuesto a enfrentarse contra los ejércitos de Castilla y Galicia.

Cuesta informaría a Blake de la situación del enemigo. Este último decidió entonces que sus divisiones 1.ª y 4.ª se trasladasen desde donde estaban, La Santa Espina y Tordehumos, a las proximidades de Rioseco, concretamente al suroeste de la ciudad. También ordenó a la Vanguardia, situada ya en Villanubla, que retrocediera para reunirse con las divisiones.

Ambos generales se entrevistaron en Rioseco y, a la caída de la tarde, subieron al páramo de Valdecuevas a caballo. Reconocieron la zona, pero tampoco llegaron a concretar un plan de maniobra. Blake, obsesionado de que Bessières hubiera llegado ya a la capital castellana y podría sorprender a su Vanguardia, saldría a las 12,00 de la noche por el camino de Valladolid hacia las alturas existentes al sur de Rioseco. Quería elegir posiciones para sus divisiones que le permitieran proteger a la Vanguardia, que suponía perseguida por el enemigo. Como corolario a su errónea deducción, ordenaría, a las 02,00 horas del día 14, que la 1.ª y 4.ª divisiones se dirigieran a las alturas del Monte de Sardonedo, entre Valdenebro de los Valles y Valverde de Campos.

En esa misma noche, Cuesta fue advertido por un guardia de corps de que el enemigo progresaba por el camino de Palencia hacia Palacios de Campos y Medina de Rioseco. Efectivamente, el mariscal había ordenado comenzar el movimiento de madrugada a la hora ya citada anteriormente; era concretamente la misma del inicio de las disparatadas marchas y contramarchas ordenadas por Blake. Recibida la información del verdadero eje de progresión de Bessières, Blake se decidió a enviar su 4.ª división a Cuesta, mandada por el marqués de Portazgo, ya que el Capitán General de Castilla le había insistido en que retrocediera para defender Rioseco. Menos mal que, lleno de dudas sobre la dirección de avance del enemigo, había mandado, con anterioridad y precavidamente, al batallón del Regimiento de Infantería Ligera de Voluntarios de Navarra a situarse al oeste del Páramo de Valdecuevas, para no verse sorprendido en esa dirección. El jefe del Ejército de Galicia, una vez acogida la Vanguardia, que desde luego no había sido perseguida, subiría con la vanguardia y la 1.ª división al límite sureste del páramo de Valdecuevas en contramarcha forzada durante la madrugada del día 14. Allí desplegaría, pues todavía estaba temeroso de que podría ser atacado desde Valladolid. Es decir, tuvo a su ejército en continua marcha nocturna a paso forzado durante toda la noche del día 13 al 14, esfuerzo inútil en vísperas de una batalla que iba a tener consecuencias desastrosas. Se puede afirmar que las dos grandes unidades, que conservaba bajo su mando directo, recorrieron de 25 a 30 kilómetros entre la tarde del día 13 y la madrugada del 14; la 4.ª división algo menos, entre 20 y 25 kilómetros.

En cambio, el general Cuesta estaba todavía en Rioseco en la madrugada del día 14 y, según había convenido con Blake, le esperaba en la casa donde se había instalado para decidir conjuntamente el despliegue a adoptar. Pero recibió entonces la noticia de que el jefe del Ejército de Galicia había vuelto del monte Sardonedo y se había situado en lo alto de la Montaña, por lo que ordenó a su Ejército de Castilla desplegar sobre el camino real a la izquierda de la misma montaña, en la llanura que se extiende al este de Rioseco. Al salir, se encontró con la 4.ª división que venía a reforzarle con cinco cañones y una batería a caballo con cuatro piezas.

Vista del Monte de Sardonedo desde el norte y sobre la carretera de Medina de Rioseco a Valladolid          (foto del autor)

Los dos generales españoles no habían conseguido ponerse de acuerdo y adoptaron una articulación disparatada en sendos núcleos separados a una distancia de cerca de dos kilómetros; sin verse el uno al otro, difícilmente podrían apoyarse mutuamente. Anularon de esta forma la gran superioridad en el número de combatientes desplegados. Algunos especialistas quitan importancia a esta disposición de los dos ejércitos con el argumento de que también los franceses debieron atacar con igual separación. No han tenido en cuenta, en primer lugar, que disponían de unas unidades mucho más adiestradas y, en segundo lugar, que por el norte se limitaron a fijar al Ejército de Castilla, mientras que por el sur insistirían en el ataque hasta derrotar por completo al Ejército de Galicia.

Al amanecer del día 14, unos guardias de corps fueron desalojados de Palacios de Campos por los exploradores franceses. Los citados jinetes pertenecían a una pequeña patrulla que fue sorprendida en dicho pueblo. Los imperiales hablan de 200 guardias capturados, cifra enormemente exagerada, pues ni siquiera llegaban a ese número los escapados de Madrid que fueron acogidos por Cuesta. Con todo, varios escaparon, pues pudieron avisar rápidamente a los dos generales españoles de la dirección de progresión del cuerpo de ejército de Bessières

6.- LA BATALLA

6,1.- La actuación del Ejército de Galicia al mando del teniente general Blake

El 14 de julio de 1808, en el Páramo de Valdecuevas, hoy llamado de San Buenaventura, algo más de 10.500 combatientes, de los cuales 150 eran jinetes, y 16 cañones, al mando del teniente general Joaquín Blake y Joyes (19), se enfrentarían a la brigada de Infantería del general Sabathier, a la división de Infantería del general Merle y a dos regimientos de Caballería (22.º y 10.º de Cazadores), todas estas unidades pertenecientes al Ejército del Mariscal Juan Bautista Bessières; sumaban 8.224 soldados, entre los que había 954 jinetes (8 escuadrones) y 16 cañones. Como los españoles se colocaron a la defensiva y los imperiales desplegaron para atacar, estos últimos no cumplieron la regla táctica de tener una superioridad de 3 a 1 en medios. Sin embargo, derrotaron al Ejército de Galicia; intentaremos explicar porqué.

(19) En esta cifra no se contabiliza la 4.ª división que había sido cedida por el teniente general Blake al Capitán General de Castilla la Vieja, García de la Cuesta.

Relación de las  fuerzas bajo el mando directo del general Blake

- Cuartel General:

  • Mando y Plana Mayor ...............................................................................................................5 oficiales
  • Un batallón del Regimiento de Infantería Ligera Voluntarios de Navarra ...........................754 h.
  • Compañía de Guías....................................................................................................................................40 h.
  • Batería de Artillería..................................................................................................50 artilleros y 4 piezas

             Total del Cuartel General: ..............................................849 combatientes y 4 piezas de Artillería

- Vanguardia (mandada por el brigadier conde conde de Maceda):                                                                        

    Infantería:

  • 2 compañías de Granaderos del Ejército ........................................................................................300 h.
  • 1 batallón del Regimiento de Infantería de Línea Zaragoza ......................................................700 h.
  • 1/2 batallón del Regimiento de Infantería Ligera Gerona ...........................................................400 h.
  • 1/2 batallón del 2.º Regimiento de Infantería Ligera Cataluña..................................................400 h.

   Caballería:

  • 1 escuadrón del Regimiento de Caballería de Línea Montesa...........................80 jinetes
  • 1 escuadrón del Regimiento de Dragones de la Reina.............................................70 jinetes

   Artillería:

  • Batería del 4.º Regimiento de Artillería.............................................................96 artilleros y 4 piezas
  • Artillería de Marina...................................................................................................50 artilleros y 2 piezas

    Ingenieros:

  • Destacamento de Zapadores .............................................................................................................25 h.
    Oficiales:..................................................................................................................................................................75.                                                                                                                                                                                                     Total de la Vanguardia: ...........................2.046 combatientes, 150 jinetes y 6 piezas de Artillería

- 1.ª División (mandada por el mariscal de campo Jado-Cajigal -marino-):

  Infantería:

  • 2 batallones de la 4.ª División de Granaderos Provinciales Galicia..........................................900 h.
  • 1 batallón del Regimiento de Infantería de Línea Rey ...................................................................700 h.
  • 1 batallón del Regimiento de Infantería de Línea Mallorca .......................................................1.000 h.
  • 2 batallones del Regimiento de Infantería Hibernia (de Irlanda).............................................2.000 h.
  • Batallón de Blandengues (Regimiento Buenos Aires) ...................................................................500 h.
  • 1/2 batallón del Regimiento de Infantería Ligera Barbastro (vanguardia).................................550 h.

Milicias provinciales:

  • 1/2 batallón del Regimiento Salamanca (reserva) ...........................................................................266 h.
  • 1 batallón del Regimiento Mondoñedo (reserva) .............................................................................624 h.
  • 1 batallón del Regimiento Tuy (reserva)  .............................................................................................580 h.

Artillería:

  • Batería del 4.º Regimiento.........................................................................................50 artilleros y 3 piezas
  • Artillería de Marina........................................................................................................50 artilleros y 2 piezas

Ingenieros:

  • Compañía de Zapadores ..............................................................................................................................50 h.

Oficiales..............................................................................................................................................................................186

 Total de la 1.ª División ..............................................................................7.456 combatientes y 5 piezas de artillería

Cifra total y aproximada del despliegue de Blake: 10.501 combatientes de los que 150 eran jinetes de Caballería (no se cuenta los jinetes de los dos escuadrones que envió Cuesta, porque no intervinieron). No hay seguridad de que estas cifras sean exactas

   Sobre el páramo, Blake dispuso a sus tropas en tres líneas, más una reserva. En el propio borde oriental se situaron (de norte a sur) los medios batallones de Barbastro, Gerona y Cataluña; era toda la infantería ligera integrada en la Vanguardia y en la 1.ª División. Con estas unidades entraron en posición cuatro cañones del 4.º Regimiento de Artillería y dos piezas pertenecientes a la Marina. En la segunda línea se situaron el resto de la Vanguardia al mando del brigadier conde de Maceda. Eran los dos batallones de Granaderos de Galicia y uno más del Regimiento Zaragoza.

En tercera línea formaron, de norte a sur y en columna: el batallón de Blandengues de Buenos Aires; dos batallones del Regimiento Hibernia, el de Mallorca, y el del Regimiento Rey; a continuación, en línea y ya sobre el borde sur del páramo, los tres batallones provinciales de Salamanca, Mondoñedo y Tuy. En este flanco, se instalaron los ocho cañones del 4.º Regimiento de Artillería y dos piezas más de la Marina; debían cubrir con sus fuegos el camino de la Vega del Juncal. Protegían su flanco sur el medio escuadrón de Montesa y la compañía de Dragones de la Reina. En reserva y en columna, se situaron los dos batallones de Granaderos Provinciales.

Como se aprecia en el descrito despliegue, Blake todavía se mantenía en la idea de que podía ser atacado por el sur, desde el camino de Valladolid. Desde luego, tal despliegue no era el más adecuado, pues no se había preocupado de ocupar el cerro de El Moclín, dejando al descubierto el flanco izquierdo, especialmente el de la tercera línea. Además, esta línea estaba situada demasiado cerca del segunda, lo que provocaría, como veremos más adelante, que su desorden contagiase a esta última. Tampoco se decidió a que su Infantería ligera se adelantase hasta las alturas existentes delante del páramo en dirección a Palacios de Campos, entre ellos la cota 810, cerro situado a este de Valdecuevas. Por delante de este teso, sólo se situó el batallón de Voluntarios de Navarra. Esta unidad de Infantería estaba agregada al cuartel general del general Blake, aunque pertenecía a la 3.ª división; había desplegado en guerrilla por delante de la citada cota y formaba la cobertura de seguridad del Ejército de Galicia, establecida por el indeciso Blake, por si acaso el ataque francés se producía en esa dirección. Allí había llegado la noche anterior y sería la primera en enfrentarse con los franceses, hacia las 07,00 horas.

Vista, desde el camino de Palacios de Campos a Medina de Rioseco, de la cota 810, el páramo de Valdecuevas y del cerro de El Moclín (fotografía del autor).

Vista del cerro de El Moclín desde el Páramo de Valdecuevas, hoy señalado como vértice geodésico. Debió ser ocupado por el teniente general Blake (fotografía del autor).

Por otra parte, desde el páramo, no se puede asegurar que Blake pudiera ver la columna de polvo que debían levantar los imperiales. Probablemente, las citadas alturas y el sol, que asomaba aproximadamente hacia las 06,00 horas por detrás de Palacios de Campos en aquellas fechas veraniegas, lo dificultaran. Por tanto es posible que no pudiera despejar sus dudas sobre la verdadera dirección de ataque del enemigo.

Vista, desde el borde oriental del páramo de Valdecuevas, de la cota 810 y del pueblo de Palacios de Campos (fotografía del autor). Círculo amarillo, situación del sol en la madrugada.

Por su parte, el mariscal Bessières había ordenado comenzar la marcha de aproximación a las 02,00 horas de la madrugada para evitar los calores de julio y planeaba caer sobre las fuerzas reunidas por el capitán general Joaquín García de la Cuesta hacia las 07,00 horas. Suponía que habría mandado desplegar a su Ejército de Castilla la Vieja próximo y al este de Medina de Rioseco. Por supuesto, sin el apoyo del Ejército de Galicia, pues consideraba que Blake se mantenía cerca de Valladolid y a unos 40 kilómetros.

Las columnas francesas progresaban cubiertas por patrullas de la Caballería de Lassalle, desplegadas en guerrilla, pero iban con retraso. Hacia la hora citada y al aproximarse a la cota 810, fueron sorprendidos, tanto los jinetes como los tiradores de la cobertura, por el batallón navarro que les hizo nutrido fuego; sus tiros certeros los detuvo y se produjeron las primeras bajas de las unidades francesas.

Bessiéres ordenaría inmediatamente forzar el paso con la brigada del general Sabathier, pero de nuevo fueron detenidos a pesar del apoyo de los cazadores de Lassalle. Sabathier ordenó entonces a sus ocho piezas que entraran en posición para iniciar el fuego; esto obligaría a la unidad navarra a replegarse sobre la cota 810, que defendió con bravura. Pero, al no poder contar con el apoyo de contrabatería de los cañones propios, que estaban en posición en el borde del páramo, pues el citado cerro dejaba en desenfilada a las piezas franceses, no tuvo más remedio que retirarse y subir a Valdecuevas. Allí entró en posición, alineada con el medio batallón del Regimiento de Infantería Ligera Barbastro en el extremo norte de la primera línea.

Inmediatamente, Sabathier ordenó reanudar el avance por el camino de Palacios de Campos a Rioseco, mientras Merle, con la brigada D'Armagnac en primer escalón y la de Ducos en segundo, progresaba por el camino de la Vega del Juncal. Blake se dio cuenta enseguida de que podía ser rebasado por su flanco derecho y solicitó a Cuesta que le enviara unidades de Caballería que pudieran enfrentarse a los franceses; este, de inmediato, le envió dos escuadrones del Regimiento de Línea Reina (300 jinetes). Blake los situó incomprensiblemente a la entrada al valle de la Vega del Juncal y muy retrasados. Además, para enfrentarse a la división Merle, hizo bascular su despliegue hacia el sur. Con esta variación, las dos líneas formadas por la vanguardia del ejército gallego, cobertura y unidades mandadas por el brigadier conde de Maceda, mantendrían su flanco izquierdo protegido por las laderas del páramo, pero no la tercera línea, formada por la 1.ª división gallega, al mando del mariscal de campo Felipe de Jado-Cajigal, que se quedaría con su flanco norte totalmente al descubierto. Blake seguía pensando que podría ser atacado desde Valladolid; por ello, mantendría a los dos escuadrones de refuerzo en retaguardia y en el flanco sur. No se le ocurrió conceder permiso para que el batallón situado más al norte de su tercera línea, los Blandengues de Buenos Aires, formara en cuadro por estar totalmente desprotegido por su flanco norte y retaguardia; reglamentariamente no podía hacerlo sin la orden superior (20). Además, no ordenó que fuera apoyado por la batería de la 1.ª división y reforzado por el medio escuadrón de Montesa y el Dragones de la Reina, que tenían que haberse trasladado a su inmediata retaguardia .

(20) Sólo los batallones que actuaran independientemente estaba autorizados a adoptar esta formación.

Entendió entonces Bessières que sobre el páramo debía haber importantes unidades del enemigo. Por ello, decidió, antes de intentar conquistar la ciudad de los almirantes, dominar Valdecuevas. Cumpliendo las órdenes del mariscal, Sabathier ordenó entrar en posición a los ocho cañones que disponía en la cota 810, protegidos por el batallón de vanguardia de su brigada. Sin embargo, los cañones de la primera línea de Blake, en posición en el borde este del páramo, detendrían con sus fuegos el avance francés a un kilómetro del páramo.

Para reanudar la progresión, Bessiéres hizo entrar en posición entonces a la artillería de su reserva a unos 500 metros de distancia de la batería de la vanguardia de Blake y al sur del camino del Moclín; debería callar, mediante la ejecución de fuego de contrabatería, a los cañones españoles. Sin embargo, fueron las piezas españolas las que desmontaron a las francesas. Con todo, Sabathier se decidió a cerrar al frente contra la primera línea del Ejército de Galicia, mientras que Merle, que ya estaba rebasando por el valle la citada línea, giraba a su derecha y comenzaba a subir al páramo para atacar desde al sur.

Vista del valle de la Vega del Juncal desde el borde sur del Páramo de Valdecuevas. La flecha amarilla indica la dirección de avance de la división del general Merle (fotografía del autor).

Las coberturas de la división Merle y de la brigada Sabathier serían rechazadas al menos dos veces por los medios batallones de Gerona, Cataluña, Barbastro y el de Navarra. Aunque el fuego de la infantería ligera española no llegaría seguramente a dañar los gruesos de las columnas enemigas, las dos grandes unidades francesas (división Merle y brigada Sabathier) fueron detenidas; desde luego, el general Merle no se atrevió a forzar la subida al páramo, consciente de que su división estaba formada por infantes bisoños y era arriesgar demasiado atacar en fuerza. Fue un momento apropiado para que los dos escuadrones de reserva situados a la entrada de la Vega del Juncal hubieran cargado contra el flanco de la división; la situación de la gran unidad francesa se hubiera vuelto insostenible y Blake perdería una buena ocasión de hacer retroceder a los franceses

Bessiéres empezaba a impacientarse. Acababan de despejar el Moclín para instalar allí sus cañones, pero las piezas españolas seguían efectuando fuego muy efectivo. Media hora más tarde, el general Lasalle, disgustado por la detención, pues ya tenían que haber estado frente a Rioseco, según lo planeado por Bessières, se decidiría a resolver la situación. Experto y experimentado general de Caballería, pronto se apercibió de la vulnerabilidad del flanco izquierdo de la tercera línea del Ejército de Galicia y ordenaría a la brigada de Caballería del general Colbert, rodear por el norte el Moclín y, al galope por una suave pendiente, subir al páramo. Una vez arriba, el propio Lasalle y los cuatro escuadrones del regimiento 22.º de cazadores, apoyados por los otros cuatro escuadrones del 10.º, lanzaría la carga contra el flanco izquierdo de la tercera línea gallega. La embestida sorprendería a los blandengues; estaban formados en columna e, incapaces de detener con sus fuegos a los jinetes franceses, serían acuchillados y puestos en fuga. Además, en su desbandada, contagiarían a los batallones próximos a ellos, lo que haría vacilar a toda la línea.

Suave rampa de subida al páramo de Valdecuevas, vista desde el norte, que utilizó el general Lassalle para cargar contra el batallón de los Blandengues de Buenos Aires (fotografía del autor).

Al comprobar el desorden producido en el Ejército de Galicia, tanto Sabathier como Merle, reanudaron su ataque; esta vez sí conseguirían subir al páramo. En vano, fue el tímido intento de Blake de mantener el orden de los batallones. Más firme y decidido fue el contraataque efectuado por el conde de Maceda con el batallón de Zaragoza, los dos de granaderos y los batallones provinciales gallegos y el de Salamanca; pero, detenidos por los imperiales, serían derrotados finalmente con muerte del propio conde.

Ladera del páramo de Valdecuevas por donde se produjo el ataque de la división Merle al Ejército de Galicia (fotografía del autor).

Merle y Sabathier siguieron progresando, mientras la mayoría de los batallones del Ejército de Blake se retiraban ante la prolongación de la carga de los cuatro escuadrones del 22.º de Cazadores. En retaguardia, los dos escuadrones de Caballería de Línea del Regimiento Reina, siguieron a los batallones, mientras el escaso número de jinetes del escuadrón del Regimiento Montesa y la compañía de Dragones de la Reina, no pudieron mantener la defensa de la batería de la 2.ª línea. Al fin, se perderían las piezas y sus sirvientes.

Al amparo del batallón de Infantería Ligera Voluntarios de Navarra, que, formado en cuadro, mantuvo a raya a la Caballería francesa, retirándose en perfecto orden con su jefe el brigadier Gabriel Mendizábal, una gran parte del Ejército de Galicia pudo librarse del exterminio al abandonar el campo de batalla. Al fin y al cabo, cumplieron lo ordenado por la Junta de Galicia a Blake, que no dudara en replegarse hacia Galicia en caso de desgracia.

Desplegado en el llano, aproximadamente a 1 kilómetro de la puerta de Ajujar de Rioseco, estaba el general Cuesta con su Ejército de Castilla la Vieja, reforzado con la 4.ª división del Ejército de Galicia, sin enterarse de lo que estaba ocurriendo sobre el páramo; sólo se oían las descargas de fusilería y los cañonazos. Pretendía defender la ciudad de los almirantes, aunque dispuesto a atacar a los franceses a la primera oportunidad que tuviera.

6.2.- La actuación del Ejército de Castilla la Vieja.

El Capitán General Gregorio García de la Cuesta disponía en su Ejército (21) de 6.000 infantes y sólo 260 jinetes, pues había enviado los dos escuadrones (300 jinetes) del Regimiento de Caballería de Línea de la Reina como refuerzo al general Joaquín Blake y Joyes. A estas cifras hay que añadir los 5.818 soldados y los 5 cañones orgánicos de la 4.ª División del Ejército de Galicia, más otros cuatro de Artillería montada agregados del cuartel General de Blake.

(21) Relación de las fuerzas del Ejército de Castilla la Vieja

- Mando: teniente general Gregorio García de la Cuesta

- Jefe de Estado Mayor: coronel José Pascual Zayas

- 1.ª División (formada en segunda línea)

  Infantería

  • Regimiento de Infantería de Línea Covadonga (traído de Asturias)...................................1500 h.
  • 1 batallón del 1.º Tercio de León ........................................................................................................800 h. hombres
  • 1 batallón del 2.º Tercio de León.........................................................................................................800 h.  hombres

  Caballería

  • 1/2 Escuadrón de Guardias de Corps...........................................................................100 jinetes
  • 1 Escuadrón de Carabineros Reales ............................................................................160 jinetes

           Total 1.ª División: ............................................... 3.360 combatientes, 260 jinetes


- 2.ª División (constituía la reserva):

  Infantería:

  • 1 batallón del 3.º Tercio de León..........................................................................................................900 h.
  • 1 batallón de Alba de Tormes...............................................................................................................600 h.
  • 1 batallón del Tercio de Benavente.....................................................................................................800 h.
  • 1 batallón del Tercio de Valladolid.......................................................................................................700 h.

  Caballería (enviada al general Blake):

  • 2 escuadrones del Regimiento de Caballería de Línea Reina ............................300 jinetes

  Artillería:.............................................................................................................................................100 artilleros y 3 piezas

            Total 2.ª División: .......... 3.100 combatientes, 300 jinetes y 3 piezas de Artillería

- 4.ª División, cedida por el teniente general Blake:

   Infantería:

  • 2 batallones de Granaderos del Ejército
  • 2 batallones del Regimiento Príncipe
  • 2 batallones del Regimiento Toledo
  • 1 batallón de Regimiento Aragón
  • 1 batallón de Regimiento Provincial de Santiago
  • 1 batallón del Regimiento Provincial de Lugo

Artillería:

  • 3 piezas del 4.º Regimiento de Artillería
  • 2 piezas de Artillería de la Marina
  • 4 piezas de Artillería montada

Ingenieros:........................................................................................................................1 Compañía de zapadores

Total 4.ª División: .......... ................................................5.818 combatientes y 9 piezas de Artillería

En total 12.278 combatientes, entre los que había 260 jinetes, y 12 cañones que se iban a enfrentar, en principio, con los 2.644 infantes, 140 jinetes y 6 cañones de la brigada de Infantería del general Reynaud, perteneciente a la división del general Mouton. Posteriormente, se sumarían a esta unidad los 2.700 combatientes de Infantería y 600 de Caballería de la reserva, con otros 8 cañones y 2 obuses, que se mantenían a disposición del mariscal Bessières. Y, finalmente, sufriría el ataque de la mayor parte de las divisiones de los generales Lassalle y Merle, una vez derrotado el Ejército de Blake.

Cuesta, como se expuso anteriormente, esperó hasta el último momento para desplegar, en espera del general Blake. Éste no se presentaría, pues se había situado en lo alto de la montaña sin tener en cuenta su criterio de defender Rioseco. En principio, adoptó un despliegue defensivo, pero siempre dispuesto, por su especial carácter, a tomar la ofensiva a la primera oportunidad. Situaría a la 4.ª división gallega en primera línea, cerca del arroyo de las Mansillas, con los batallones colocados en el siguiente orden: en el flanco izquierdo, el batallón del Regimiento de Infantería de Línea Aragón, seguido de una batería de cuatro piezas; a continuación, de norte a sur, otros dos del Regimiento de Infantería de Línea Príncipe, los dos de Granaderos del Ejército, más dos del Regimiento de Infantería de Línea Toledo y el batallón provincial de Santiago; en el flanco derecho, entró en posición otra batería de cuatro piezas, protegida por el batallón provincial de Lugo y la compañía de Ingenieros. Todos los batallones dispuestos en columna para el ataque. En segunda línea y a 400 metros de la primera (aproximadamente delante de la actual línea de alta tensión), entrarían en posición los batallones del Ejército de Castilla y los refuerzos enviados por Asturias. En el flanco izquierdo, los Guardias de Corps y Carabineros Reales, amparando a la batería de cuatro piezas posicionada en ese lado; a continuación, formados en línea y de norte a sur, el 2.º y 1.º batallones del regimiento Voluntarios de León (tercios); finalmente, en el flanco derecho, los dos del Regimiento Covadonga. Como reserva, se situaron el tercer batallón de Voluntarios de León y los tercios de Alba, Benavente y Valladolid. Si Cuesta hubiera adelantado su despliegue hasta las alturas que prolongan hacia el norte el páramo de Valdecuevas, incluyendo al Moclín, es posible que hubiera podido ofrecer mayor resistencia y quizás cambiar el resultado de la batalla

Desde un saliente norte del páramo de Valdecuevas, vista de Medina de Rioseco. Aproximadamente sobre la línea marcada en color amarillo, el teniente general Cuesta desplegaría a su Ejército (fotografía del autor).

Hacia las 11,00 horas, Cuesta observó cómo se aproximaba, desde el este, una cobertura de infantería protegida por patrullas de Caballería; hasta entonces habían progresado a cubierto, amparados por la prolongación hacia el norte de Valdecuevas, ya citada. Eran los tiradores que progresaban por delante de las compañías de vanguardia del 4.º Regimiento de Infantería Ligera de la brigada Reynaud. Cuesta, deseoso de entrar en combate, lanzaría inmediatamente a sus carabineros y guardias, que dispersaron a los jinetes que apoyaban a los tiradores; estos fueron, a su vez, arrollados y comenzaron a tener numerosas bajas. Los jinetes españoles no pararon y siguieron cargando a una de las compañías del regimiento francés.

Bessiéres, que presenció la carga y veía a su frente la línea densa de la 4.ª división gallega, ordenó parar la progresión; inmediatamente, adelantó a su artillería, con la finalidad de fijar al Ejército de Castilla, mientras no se resolviera el combate en el páramo de San Buenaventura contra el Ejército de Galicia; además, consiguió que Cuesta no auxiliara a Blake. Pero el fuego de cañones españoles fue más efectivo y los carabineros y guardias reales vieron reforzado su ataque, al ser rápidamente apoyados por los dos batallones de Covadonga, sacados del lado derecho de la segunda línea. El combate comenzó a ser duro y el general Mouton pidió una decisión rápida o tendría que retirarse. Pero Bessières prefirió esperar a que la división Merle y la brigada Sabathier terminaran de derrotar al Ejército de Galicia y mandó a dos escuadrones de la Guardia Imperial a detener a los jinetes españoles; estos, inicialmente pararon a los escuadrones enemigos, pero, ante su mayor entidad, no tuvieron más remedio que replegarse al amparo de los dos batallones de Covadonga para reorganizarse.

Enterado Bessières de la derrota del Ejército de Galicia, aprovechó esta circunstancia para ordenar entrar en posición a una batería de la reserva (8 piezas) en la cota 786, próxima a la derecha de la línea formada por la 4.ª división gallega; pudo hacerlo, pues ya había quedado asegurado su flanco izquierdo y ninguna amenaza podría venirle de la ladera norte del páramo. Pero el mariscal de campo, marqués de Portago, envió a los dos batallones de Granaderos del Ejército, con el refuerzo del Provincial de Santiago, que les seguía a retaguardia, a eliminar la batería francesa. Conseguirían llegar al asalto de los cañones franceses, apoyados por la batería de la primera línea del flanco derecho, protegida por el Provincial de Lugo; ambas unidades se habían situado previamente sobre una elevación del terreno, próxima a la ladera del páramo. Los granaderos capturaron la batería, a pesar del fuego denso de los fusileros de la Guardia Imperial, a los que lograron poner en fuga, así como a los sirvientes de las piezas. Vista la acción desde Rioseco, las campanas de las iglesias empezaron a sonar, al creer que las tropas españolas empezaban a derrotar a las francesas. Bien lo pagarían después.

Vista desde el páramo de Valdecuevas del mogote donde el mariscal Bessières situó la batería de la Guardia Imperial (fotografía del autor).

Cuesta, creyendo que la situación le era favorable, ordenó al resto de la primera línea, los cinco batallones del centro (Aragón, Príncipe y Toledo) que atacaran a la brigada Reynaud por su izquierda. Mientras, él, con su Estado Mayor y los tercios de Benavente y Valladolid, se disponía a subir al páramo para apoyar a Blake; era una generosidad inútil, pues iba forzosamente a llegar tarde por mucha prisa que se diera. Con estas órdenes, había descompuesto todas las líneas y dejaba a la segunda mucho más débil, desplegada en línea y apoyada en una mínima reserva. Además, su Estado Mayor se alejaba de la acción principal. Con soldados bisoños, sin apenas instrucción, mal vestidos y calzados y peor armados (algunos incluso carecían de bayonetas), no era lo más adecuado lanzarse a una osada maniobra ofensiva, que se convertiría rápidamente en una acción suicida. Sin duda, mejor resultado hubiera obtenido si se hubiera mantenido en una actitud defensiva.

Efectivamente, la situación iba a cambiar muy rápido. Detenidos los Guardias de Corps y Carabineros Reales, que se habían batido con coraje y efectividad, los dos escuadrones de la Guardia Imperial, que se enfrentaron a los jinetes españoles, unidos a otro de la reserva, se lanzaron a la carga para recuperar las piezas capturadas por los granaderos, acción que tuvo éxito, haciendo retroceder a estos batallones. Sin embargo, Mouton seguía sin poder progresar, detenido por los cinco batallones del centro de la primera línea y los dos del Covadonga, protegidos por los jinetes de la Guardia Real española. Entonces dos batallones de la división Merle, apoyados por dos escuadrones de cazadores del Regimiento 22.º, comenzaron a bajar por la ladera noroeste del páramo, con lo que amenazaban el flanco sur del Ejército de Castilla; Cuesta no tendría más remedio que detenerse.

A partir de ese momento, el Ejército de Castilla sería atacado por la izquierda, por el centro y por la derecha. El general Moutón insistía con poco éxito. Pero el general Lassalle, que había reunido a todos sus escuadrones de cazadores y granaderos de la Guardia Imperial, más la Gendarmería de Elite y los caballos ligeros polacos, apoyados por el 1.º Regimiento de Fusileros, arremetió contra los batallones de la división gallega, que comenzaron a ceder. Al ver retroceder a la primera línea, la segunda, muy debilitada, pues estaba formada solamente por el 1.º y 2.º tercio de León, se desmoralizó y huyó, arrastrando a la reserva, que estaba constituida por el tercio castellano de Alba y el 3.º de León. Mientras, Merle seguía progresando por la derecha, amenazando directamente a Cuesta, que podría ver cortada su retirada; al darse cuenta de que la situación se había vuelto imposible, dio por perdida la batalla y se volvió hacia la puerta de Ajujar de Rioseco con los dos tercios castellanos, Benavente y Valladolid; también lo harían los Granaderos del Ejército y el batallón Santiago. Al tiempo ordenó retirarse a los batallones de Covadonga y a los Guardias de Corps y Carabineros Reales, que seguían resistiendo a las veteranas tropas del general Mouton en la izquierda.

Cuesta y Blake se encontrarían en la puerta de Ajujar. Allí intentaron poner orden y organizar con eficacia la retirada hacia Villalpando, amparados por el batallón de Navarra del Ejército de Galicia, que todavía dificultaba la progresión de las unidades francesas en las cercas y viñedos próximos a Rioseco; finalmente también se retiraría, pero en perfecto orden.

Algunas unidades intentaron resistir en la puerta de Ajújar y en la calle de la Cárcel Vieja. Un grupo de soldados se refugió en el hospital de San Juan de Dios y allí sucumbirían después de haber luchado bravamente. Eran ya las 02,00 horas, cuando la brigada Reynaud penetraría a sangre y fuego en el centro de Rioseco. Habían tenido muchas bajas y no querían dejar pasar la ocasión del saqueo, el asesinato de los hombres y la violación de las mujeres. Lasalle iniciaría la persecución de las tropas españolas, pero, necesitado de agua para los caballos, desistiría enseguida.

Bessières no quiso entrar en Rioseco para no ver los desmanes que iban a cometer sus tropas. Eso sí, prohibiría a los riosecanos que salieran de la ciudad para recoger y enterrar a los cadáveres propios.

7.- LAS BAJAS DE AMBOS EJÉRCITOS

Ante las distintas cifras sobre las bajas de las unidades españolas ofrecidas por los diferentes historiadores que se han ocupado de esta batalla, reproducimos en este artículo las seleccionadas por el coronel Fernández García, autor ya citado. Su trabajo riguroso nos ofrece la confianza de que pueden ser las más aproximadas a la realidad.

Según dicho coronel, las bajas del Ejército de Galicia, incluida la 4.ª división, cedida al general Cuesta, fueron de 3.345 combatientes, distribuidas de la siguiente forma: 363 muertos, 420 heridos, 68 contusos, 158 prisioneros y 2.169 extraviados. Sin poder precisar cuántos de los extraviados serían desertores y cuántos fallecidos, destacan los 72 muertos y 50 heridos de los Voluntarios de Navarra. Habían combatido bien en la cobertura establecida por Blake al este del páramo de Valdecuevas o San Buenaventura; durante la retirada, formados en cuadro, se replegaron en perfecto orden. Así detendrían a la caballería francesa, que, encelada, intentó destruir su cohesión en sucesivas cargas, lo que facilitó la retirada de los demás batallones del Ejército de Galicia. También son significativos los 42 muertos y 72 heridos de los Granaderos de Galicia, integrados en la vanguardia, que ofrecieron dura resistencia a los imperiales en la segunda línea de Blake; igualmente los Granaderos del Ejército de la 4.ª división, que conquistaron la batería de la reserva francesa y luego recibieron la embestida de la Caballería de la Guardia Imperial; sufrirían 64 muertos y 12 heridos. Tampoco nos podemos olvidar a los 44 muertos y 9 heridos del batallón de Mondoñedo de la 1.ª división, que se defendieron con valor en el lado sur de la tercera línea. En las demás unidades, si no se tiene en cuenta a los extraviados, las bajas no fueron demasiadas, síntoma claro de que combatieron poco y se retiraron demasiado pronto.

Las cifras dadas por los historiadores sobre las bajas del Ejército de Castilla son mucho menos precisas. Destacan los 90 muertos de los dos batallones de Covadonga que se enfrentaron a los soldados veteranos de la brigada Reynaud (Divisíón Mouton) y los 40 de los Carabineros Reales, así como los 8 de los Guardias de Corps. De los primeros jinetes citados, murieron los ayudantes mayores Gustavo Escudero y Enrique Chaperas. Según escribe en su parte el general Cuesta los Carabineros hicieron:

un gran destrozo, sufriendo también alguno por el superior               número que sobre ellos cargaban.

Y sobre los Guardias de Corps que:

         en reunión con ellos (los Carabineros), dividieron la gloria.

En el parte al emperador, Bessières precisa que las pérdidas francesas fueron de 70 muertos y 300 heridos y las españolas de 5.000 muertos y 1.500 heridos; además, capturaron 18 cañones. La exageración de las pérdidas de nuestros compatriotas se haría posteriormente tan desproporcionada por parte de algunos historiadores galos que sus cifras se pueden considerar ridículas, por lo que no merece la pena reflejarlas. De todas formas, tampoco son exactas las del mariscal; están hinchadas las de los españoles y rebajadas las propias. La brigada Mouton y la de Sabathier pudieron tener tantas bajas como refleja Bessières para todo su Ejército de Observación de la Gironda. En las memorias del teniente ayudante del general Mouton, Castellane, se vislumbra que tuvieron muchos más muertos de los que reconocen.

Monumento a los héroes del Moclín. Aurelio Rodríguez Vicente Carretero fue el autor de las dos figuras de bronce; fueron realizadas para el primer centenario de la batalla (fotografía del autor).

8.- EL SAQUEO, LA DESTRUCCIÓN Y LA VIOLACIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS

De la crueldad francesa, el oficial Mendoza del Regimiento de Infantería de Línea del Príncipe dio un testimonio significativo. Herido, fue cogido prisionero por un jinete de Cazadores de la Guardia Imperial y llevado ante el general Lasalle. Éste mandó que se le matara y, de inmediato, uno de los jinetes le dio un sablazo en la cabeza que le hizo caer en tierra desfallecido; después de arrastrarlo junto a otros cadáveres, uno de los edecanes del general le disparó con su pistola, dándole por muerto. A pesar de ello, logró sobrevivir, lo que le permitió contar esta terrible vicisitud, que no deja en buen lugar al famoso general de la Caballería francesa. El citado teniente Castellane ratificó también esta crueldad de sus compatriotas en sus memorias; incluso llegó a calificar las escenas que tuvo que contemplar en Rioseco de repugnantes.

Gómez de Arteche (22) escribe que:

Nada se perdonó en aquella infortunada ciudad. Las casas, las fábricas, los templos mismos fueron saqueados, destruidos o profanados; todo varón niño, mozo o anciano, seglar o religioso que se ofreció a la vista de los invasores, fue muerto a tiros o a bayonetazos; las mujeres, nobles o plebeyas, hasta las monjas, tuvieron que sufrir los ultrajes más groseros...

(22) Gómez de Arteche Moro, José: Guerra de la Independencia. Madrid, 1875.

Algunas mujeres fueron llevadas a los campamentos franceses y allí violadas reiteradamente hasta morir.

El conde de Toreno en su libro sobre la Guerra de la Independencia (23) denunció este terrible trato dado por los imperiales a la Ciudad de los Almirantes con el acertado argumento de que:

        Nunca pudo autorizar el derecho de la guerra el saqueo y destrucción de un pueblo                   que por sí  no había opuesto resistencia.

(23) Queipo de Llano Rius de Saravia, José María: Historia del levantamiento guerra y revolución de España. T. Jordán. Madrid, 1837

Fueron destruidos el palacio de los Almirantes de Castilla y los conventos de San Francisco, Santo Domingo y Santa Clara; incendiadas las casas de las calles de Los Cueros, Doctrina y Palmero. En la iglesia de la Santa Cruz abrevaron los caballos con el agua de la pila bautismal y en la capilla de los Benavente de la Iglesia de Santa María, conocida por la capilla Sixtina de Castilla, instalaron la cocina; el deterioro fue enorme, pues la decoración de estilo manierista realizada por los hermanos del Corral en yeso policromado sufrió gravísimo daño a causa del humo (24). Estos y otros atropellos están especificados en el relato que realizó Juan Álvarez Guerra, dos días después de la entrada de los franceses en el pueblo. También lo atestigua el escritor riosecano García de Fonseca, que denunció la profanación de las iglesias, el robo de obras de arte y objetos del culto, no teniendo ningún miramiento hacia las hostias consagradas que encontraron en los cálices (fueron tiradas al suelo), así como la mutilación de numerosas imágenes.

(24) Esta capilla fue un encargo del caballero don Álvaro Alfonso de Benavente a mediados del siglo XVI. De carácter funerario, se construyó en la sacristía de la iglesia y fue dedicada a la Inmaculada Concepción de la Virgen. Juan de Juni (1506-1577) realizó el retablo de la capilla en 1557. Hoy está restaurada. La iglesia de Santa María de Mediavilla, gótico mudéjar, es de finales del siglo XV, aunque la torre es posterior (XVIII) y de estilo barroco. Su retablo es de Esteban Jordán con la incorporación de figuras destacadas de Juan de Juni

Capilla de los Benavente en la Iglesia de Santa María de Mediavilla de Medina del Campo, lugar donde los franceses instalaron las cocinas de campaña.

9.- LAS CONSECUENCIAS

Parece ser que a Napoleón no le gustó el saqueo ni la salvaje represión que sufrió Rioseco, pero este sentimiento fue rápidamente olvidado por las posibilidades que le brindaba la victoria. Pensó que ya estaba decidido el destino de España, pues dominaba la meseta septentrional y estaban aseguradas las comunicaciones entre los Pirineos y Madrid; además, sendos Cuerpos de Ejército marchaban a ocupar Andalucía y el reino de Valencia. Esto le permitiría instalar a su hermano José en la capital de España como rey. Eufórico, llegó a comparar la batalla de Medina de Rioseco con la de Felipe V en Villaviciosa. Esta última se había librado el 10 de diciembre de 1710 y su resultado fue decisivo para el desenlace a favor de la dinastía Borbón de la Guerra de Sucesión Española (1702/14). Por ello, el emperador no dudó en felicitar al general Bessières por carta en términos muy elogiosos.

Pero no tuvo en cuenta dos problemas que se le presentarían posteriormente. El primero fue inmediato: la derrota del general Dupont ante el general Castaños en Bailén el 19 de julio, que obligaría al rey José, recién instalado en Madrid, a abandonar la capital y dirigirse a Vitoria. El segundo, tampoco tardó mucho tiempo en manifestarse; fue la aparición de los guerrilleros: Mina, Porlier, Merino, el Charro, Miláns del Bosch, el Empecinado... Este último había participado en la batalla de Rioseco y no cabe duda que el fracaso del Ejército regular español y la crueldad francesa le hizo tomar la decisión de formar su propia partida y combatir al gabacho, cómo seguramente también les pasaría a los demás. Se desarrolló entonces una fenomenal y terrible hidra que se manifestaba siempre por sorpresa y en cualquier lugar. A partir de su aparición, nunca estuvieron asegurados los abastecimientos ni las comunicaciones del Ejército francés. Para resolver el problema se vieron obligados a intentar la ocupación de toda España, pero nunca llegarían a dominarla por completo, aunque se establecieron en todas las grandes ciudades; sólo se libraron de la conquista francesa: Cádiz, Tarifa, Cartagena y Alicante. Con todo, extensas zonas rurales quedarían fuera de su control. Como consecuencia, las unidades francesas tuvieron que dispersase de tal manera que las haría tremendamente vulnerables.

Si a estas dos circunstancias adversas añadimos que el 14 de agosto se tuvo que levantar el primer sitio de Zaragoza; que el Cuerpo de Ejército del general Moncey se retiró sin cumplir la misión de dominar el Reino de Valencia y conquistar su capital; y que el 30 de agosto el Duque de Wellington hizo firmar al general Junot la capitulación de Cintra, por la que los franceses se vieron obligados a salir de Portugal, no puede extrañar que las fuerzas de ocupación francesas tuvieran que retirarse al norte del rio Ebro. Por este motivo, Napoleón se decidió a entrar en España con nuevas tropas y restablecer personalmente la situación.

Una vez forzado el puerto de Somosierra y entrado en Madrid, el emperador salió de la capital para perseguir al Ejército inglés. El 26 de diciembre llegaría a Tordesillas, de la que salió en la madrugada del día siguiente, para entrar en Medina de Rioseco hacia las 9 de la mañana con una comitiva de generales. Bessières, que le acompañaba, le pudo explicar los detalles de su vitoria. Allí pudo comprobar el saqueo y la destrucción que sufrió la ciudad. Napoleón pensaba dar alcance al general Moore y sus tropas en esa jornada, pero el inglés ya se había retirado el día anterior y había cruzado el rio Esla.

Con respecto a la situación española, la derrota hizo que desapareciera casi totalmente al Ejército de Castilla. Cuesta y Blake coincidieron en Benavente el 15 de julio de 1808. El Capitán General de Castilla no consiguió convencer al jefe del Ejército de Galicia para que se quedara en la zona. Como le había ordenado la Junta de Galicia, se retiró al Bierzo, protegido por la 3.ª división que había dejado en Benavente. Cuesta, después de escribir una dura carta a Blake, se retiraría a León con los restos de su ejército. Perseguido por Bessières, que había llegado a Benavente el día 19, devolvería las unidades asturianas cedidas y, en arriesgada marcha, se trasladaría por Toro y Zamora a Salamanca. Inasequible al desaliento, se puso a reclutar nuevos soldados en la zona para reorganizar otra vez su ejército y volver a combatir contra los franceses.

Medina de Rioseco o Moclín fue una batalla que, de ser ganada por los españoles, podría haber puesto al Ejército Francés de Ocupación en un gravísimo aprieto, pero como bien dice el coronel Fernández García:

El entusiasmo y fervor colectivo, acaban cediendo siempre que no vayan acompañados de  una  mínima organización.

También debe añadirse de otros mínimos de instrucción individual y adiestramiento colectivo. Una descripción de la época sobre la pésima situación del Ejército Español se la debemos al marqués de las Amarillas:

Descuidada, si no vilipendiada la carrera militar, olvidado el Ejército, sin instrucción su oficialidad, falto de Estado Mayor activo e inteligente, incapaces los Generales, sin escuela ni medios de estudiar su profesión  sin entusiasmo ni amor a su oficio el soldado: ¿qué podían dar de sí sino desgracias y  derrotas,  lo que por mucho tiempo dieron? Todos sabíamos esto, pero era preciso pelear para aprender a vencer, y empezar a ser vencidos para salvar a nuestro país (25).

  (25) Quizás exageró demasiado, pero las pocas victorias del Ejército español: Bailén, Alcañiz, Tamames y San Marcial, parecen darle la razón.