La Caballería española ante la Guerra de Independencia

17.02.2023
Por Juan María Silvela Miláns del Bosch

1.- INTRODUCCIÓN

La Caballería, hasta la última década del siglo XVIII, había variado poco desde su renacimiento a principios del mismo. Se puede decir que, a partir de Federico II de Prusia, volvió a ser tan útil como la Infantería, si bien no llegó a quitarle el protagonismo en las batallas, cosa que si haría la Artillería a finales del siguiente. Las guerras napoleónicas señalan el comienzo de esta tendencia; en parte porque Napoleón era artillero y porque los rusos compensaban la debilidad de su Infantería con el empleo de numerosas baterías. En Eylau y Borodino la potencia de su Artillería fue impresionante.

La renovación sería efectuada en los años 90 del siglo XVIII por los revolucionarios franceses que abandonaron los movimientos precisos y complicados prusianos y los sustituyeron por otros más sencillos, efectuados por fracciones independientes en columna, encargadas de cruzar la formación enemiga como apisonadoras. Priorizaron la iniciativa individual y la movilidad sobre el orden demasiado rígido de Federico II y la carga en columna, de la que no era partidario el duque de Ragusa, dio a la Caballería más variedad en sus acciones. Estos cambios se basaron en la formación mixta de Guibert, el autor del único libro sobre táctica que llevaba Napoleón en su maletín de campaña. Consistía en movimientos en columna por batallón, despliegue de tiradores y cañones y choque ejecutado por el asalto con bayonetas o lo carga con sables desde 200 metros, según fueran infantes o jinetes; había que:

adoptar razonablemente una formación más delgada, que de (diera) menos poder al cañón.

Por el contrario, Wellington siguió desplegando en las dos líneas clásicas formadas por dos filas, aunque las unidades que las integraban adquirieron mayor independencia, con lo cual se suavizaba la antigua formación monolítica prusiana; además, no reforzaba la primera línea, sino la segunda, que mantenía oculta hasta su intervención detrás de un obstáculo o elevación del terreno.

La Infantería formaba en cuadro para resistir a la Caballería; esta disposición, si daba tiempo a organizarse, debió ser muy efectiva, pues se encuentran pocos ejemplos de su rotura. Es de destacar la actuación de los cuadros franceses, que rompieron con disparos a 15 pasos las sucesivas cargas de los escuadrones de Blücher, instruidos en la tradición del general Seidlitz. En La campaña Castellana de 1812 y Batalla de Arapiles, Yaque Laurel describió, como algo excepcional, la rotura de dos cuadros de sendos regimientos franceses en el cerro de Garcihernández, aunque el general Foy sólo admitió la derrota de uno. De todas formas, la mejora de la Artillería, acabaría por impedir la adopción de esta formación.

Infantería inglesa formada en cuadro repeliendo la carga de la caballería francesa en Quatre Brass (1815).        Autor: Elizabeth Thonmson (1875)

Las guerras revolucionarias acentuaron la tendencia a especializar el armamento, la instrucción y las grandes subdivisiones de la Caballería. Se articulaba en ligera, que utilizaba caballos ágiles y veloces, actuaba en las fases preliminares y finales del combate en grupos reducidos y utilizaba sables curvos para herir mediante esgrima y con el filo en lucha individual; en pesada o gruesa, para actuar en reserva; y de línea, situada a los flancos de la Infantería. Tanto la segunda como la tercera, disponían de caballos poderosos en peso y alzada, utilizaban formaciones macizas, de hileras y filas apretadas, y realizaban la carga al galope con su sable recto y largo para herir de punta. El éxito de los coraceros franceses, que llegaron a ser temibles, hizo que los rusos y prusianos devolvieran las corazas a sus regimientos de línea, así como los ingleses después de Waterloo. Allí, los Escoceses Grises cargaron contra los infantes franceses y consiguieron deshacer una brigada, quitar un águila y acuchillar una batería; sin embargo, contraatacados por coraceros y lanceros, se vieron obligados a retirarse con enormes pérdidas. El éxito de los lanceros hizo que esta arma, casi desaparecida desde mediado el siglo XVII y sólo utilizada en algunos países por unidades ligeras, se diera a la Caballería de línea, primero en Francia y después en todas las naciones europeas. Jomini llegó a recomendar que la utilizaran también los coraceros para batir a los cuadros.

Se pondría de moda a partir de la segunda década del siglo XIX; en España todos los regimientos llegaron a ser de lanceros en los años 40 de este siglo. En realidad, los rusos y polacos nunca la habían desterrado e incluso nuestra nación había conservado siempre alguna de estas unidades. Los cazadores, que, junto con los húsares, integraban la Caballería Ligera, fueron creados por Federico II al reunir a los guardas forestales de sus dominios en 1740 con el fin de conseguir unidades de tiradores selectos. En España, paradójicamente, se crearían por influencia francesa. Teóricamente, los jinetes de este instituto debían emplear con más frecuencia las carabinas y las pistolas de arzón; mientras los húsares el sable. Realmente, al cumplir idénticas misiones, sólo se distinguían en el mayor coste del vestuario de los segundos, que era de origen húngaro. Los dragones solían formar, a veces, en vanguardia con la caballería ligera, pero normalmente se situaban en retaguardia, siendo los encargados de explotar la victoria y perseguir al enemigo para aniquilarlo; en vanguardia, tenían la misión de ocupar posiciones importantes que favorecieran el combate de las fuerzas propias. La escasez de caballos hizo que fueran empleados cada vez con más frecuencia donde hicieran falta junto a los jinetes pesados o ligeros y, por ello, dejaron de ser Arma Mixta y acabaron por integrarse en la Caballería como un instituto más. Es decir, como jinetes que sabía combatir a pie, aunque hubieran empezado como una Infantería que se trasladaba a caballo. De todas formas, Napoleón insistía en que:

toda Caballería debía estar provista de arma de fuego y saberla manejar a pie.

2.- LA CABALLERÍA EN ESPAÑA

La Caballería en España, durante el reinado de Carlos IV y cuando Godoy se hizo cargo por primera vez del gobierno (1792/98), estaba compuesta, según las plantillas de 1786, por 12 regimientos de línea de tres escuadrones a tres compañías y 630 plazas, dos de ligera con cuatro escuadrones a cuatro compañías (el Costa de Granada con 672 plazas y el de Voluntarios Españoles con 512); y ocho de dragones de cuatro escuadrones a tres compañías con 492 plazas (1). Integrados en esta organización, cinco regimientos acudirían a la guerra contra la Convención (1793/95), donde nuestros jinetes se distinguirían en Thuir y Espollá.

(1) Los de línea eran: Rey, Reina, Príncipe, Infante, Borbón, Farnesio, Alcántara, España, Algarve, Calatrava, Santiago y Montesa. Los dragones: Rey, Reina, Pavía, Numancia, Lusitania, Almansa, Sagunto y Villaviciosa. Posteriormente se crearían dos más, Carabineros de María Luisa y Húsares Españoles.

En enero de 1800, Diego Godoy, inspector de Dragones, daba cuenta al rey de los efectivos de hombres y caballos del Arma Mixta. Estos eran 4.129 dragones y 3.396 caballos, con un déficit de 183 los primeros y 75 los segundos. En el año anterior faltaban 203 y 100 respectivamente, de lo que se deduce que estaba bien dirigida e iba a más. Al mes siguiente, era la Caballería la que informaba de su situación a Carlos IV. Disponía de 9.910 jinetes y 9.005 caballos; faltaban 810 jinetes y 1.587 caballos, pero se había reducido el déficit en 607 y 1.147 respectivamente en un año. En consecuencia y a pesar de estar en peores condiciones que los dragones, también mejoraba.

La seguridad de un próximo enfrentamiento contra Francia, hizo que Carlos IV ordenaba a Godoy la reorganización de todo el ramo de guerra en la segunda ocasión que se encargó del gobierno (1801/08). La Caballería sería la más afectada y el favorito encomendaría la reforma a su hermano Diego, ya como inspector del Arma. Culminó su trabajo organizador cuando el rey firmó un reglamento (31/I/1803) por el que se articulaba al Arma en 12 regimientos de línea y otros 12 de ligera; éstos últimos divididos por igual número en húsares y cazadores. Como primicia, se introducía en España el nuevo instituto o especialidad de Caballería, los cazadores, y se suprimían los dragones. Todos los regimientos a 5 escuadrones de dos compañías (2); el 5.º no entraría en campaña y se reservaba para ser integrado por sirvientes, reclutas y diversas bajas. El armamento de cada jinete de línea o ligero sería un sable recto o curvo respectivamente, más una tercerola y dos pistolas. Esta organización supuso disponer de 16.164 hombres y 13.044 caballos, sólo un octavo de la fuerza del Ejército. Por último, resaltar que se asignó oficialmente número a los regimientos por primera vez.

(2) Los de línea disponían de 674 plazas. Los ligeros, por la ausencia de timbalero, tenían una plaza menos.

Desde luego, se resolvieron muchos de los problemas del Arma, pero seguía sin estar adiestrada y no tenía mucha entidad; el primero no tendría solución mientras no se contase con un reglamento táctico; el segundo tampoco, pues la cría caballar se encontraba en pésimo estado. La Real Junta de Cría Caballar, creada 7 años antes, no dispondría de tiempo para obtener resultados satisfactorios antes de la Guerra de la Independencia. Tampoco se solucionaría el retraso en los ascensos, lo que provocaría el envejecimiento de la oficialidad, que llegó a ser la de edad media más alta de Europa. Con todo, la mejora era evidente y esto no pasó desapercibido a Napoleón que, consciente de las dificultades que podría tener su Caballería, recién reclutada, ante los jinetes españoles, hizo todo lo posible por disminuir su potencia. Para ello obligó a Carlos IV a enviar cinco regimientos completos a Dinamarca. Además, se destinaron a Portugal 2.000 jinetes más para formar la división que apoyaría al general Junot en la ocupación del país vecino en 1807.

Unidades del Ejército español en Dinamarca (Óleo de Manuel Castellano. Museo Romántico, Madrid)

En 1805, y ante las protestas por su desaparición dos años antes, los seis regimientos de cazadores se transformarían de nuevo en dragones, junto con Numancia y Lusitania, pero ya no como Arma Mixta, sino integrados en la Caballería (R.O. del 10/V/1805). De húsares permanecieron María Luisa y Húsares Españoles y sólo se conservaron de cazadores Olivenza y Voluntarios. Por otra parte, carecíamos de caballos de gran alzada y de jinetes corpulentos para formar una Caballería pesada e incluso, durante la Guerra de la Independencia y a causa de las expediciones a Dinamarca y Portugal, la de línea. El problema de los retrasos en los ascensos se agudizaría en 1806; entonces, la edad media de los coroneles llegó a ser de 64 años, la de los comandantes de 63, la de los sargentos mayores y capitanes de 58 y la de los tenientes y alféreces de 50 (3).

(3) El coronel más joven era Luis Gref con 40 años y 17 de servicios, pero tenía una pierna rota por tres partes y un pie deshecho por la explosión de un polvorín.

El estado de los escuadrones que podían destinarse a la campaña de Portugal sin especificar claramente este propósito (Archivo Nacional de Simancas)

En la campaña de Portugal (1807), al haberse quedado anticuado reglamento de 1875, se tradujo el francés de 1788, pero sería seguido por los jefes del Arma de forma anárquica. Como cada regimiento enviaba a la campaña uno o dos escuadrones, se hacía imposible coordinar los movimientos y evoluciones en las agrupaciones (regimientos) que se formaban. Además, no se tuvieron en cuenta las importantes transformaciones realizadas en Francia por las experiencias adquiridas en sus recientes campañas, pues no se habían mandado observadores que advirtieran de los cambios efectuados. Es decir, se produjo el mismo problema de coordinación en la maniobra táctica y ejecución de las acciones encomendadas de la Guerra de las Naranjas (1801). Consciente del problema, el entonces comandante Ramonet tradujo el reglamento inglés en 1809. Adoptado oficialmente en 1814, estaría vigente 33 años.

Oficial y soldado del regimiento de Caballería Algarbe (izquierda) y soldados y trompeta del regimiento de Caballería Infante (derecha. Expedición a Dinamarca a principios de 1807 (Álbum: el burgués de Hamburgo, dibujado por los hermanos Subr).

Al comienzo de la guerra, el regimiento que disponía de más de un escuadrón era una excepción. Por esta causa, la Caballería tendría un limitado protagonismo. Villaseñor afirmaba que la Infantería:

sólo fue efectiva cuando estuvo apoyada por la Caballería inglesa, pues normalmente actuaba sin protección de ningún tipo de Caballería.

Si además consideramos que nuestro Ejército era una décima parte del francés, es fácil deducir que no estaba en condiciones de enfrentarse al imperial y mucho menos nuestros jinetes, mal equipados, peor montados en caballos de poca alzada y peso, sin posibilidades de remonta y con deficiente instrucción.