Placa homenaje a Alonso Pita Da Veiga
El 29 de octubre de 2024, se inauguró la placa con la que el Arma de Caballería rinde homenaje a Alonso Pita da Veiga, uno de sus héroes de la batalla de Pavía en 1525, en el lugar donde recibió sepultura en la iglesia castrense de San Francisco de Ferrol.
Alonso Pita da Veiga, junto a Juan de Urbieta y Diego de Ávila —los tres hombres de armas de las Guardias de Castilla, primera unidad permanente del Ejército, constituida íntegramente por caballería— capturaron al rey Francisco I de Francia. Además, Pita da Veiga recuperó el estandarte del Infante don Fernando, que había sido capturado por los franceses.
El artículo 21 de las Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas, sobre la tradición militar en los Ejércitos, dice: «Los miembros de las Fuerzas Armadas se sentirán herederos y depositarios de la tradición militar española. El homenaje a los héroes que la forjaron y a todos los que entregaron su vida por España es un deber de gratitud y un motivo de estímulo para la continuación de su obra».
Al tener conocimiento el Arma de Caballería de que Alonso Pita da
Veiga, noble ferrolano y héroe de caballería, que prestó servicios en el
considerado como primer ejército permanente español, con el que tomó parte en
campañas decisivas que darían comienzo a la hegemonía militar española, y que protagonizó
uno de los hechos de armas más destacados de nuestra historia militar, siendo
ejemplo de entrega, lealtad y servicio, no disponía de ninguna referencia que
le recuerde en la que fue su ciudad, ni siquiera en el lugar donde fue
enterrado, asumió la responsabilidad de rendirle un
merecido homenaje colocando una placa en su recuerdo. Se trata de una placa conmemorativa con valor
artístico, acorde con el patrimonio material de la actual iglesia en la que se recuerda la figura de Alonso Pita da Veiga, su hazaña y sepultura, así como la existencia del antiguo
convento franciscano.
La placa está elaborada en granito amarillo atlántico de Tomiño y coronada por el escudo de armas que Carlos V otorgó a Alonso Pita da Veiga. Es obra del escultor sonense Juan Cabeza Quiles, que ha conseguido integrar perfectamente su obra en este histórico lugar.
Esta iniciativa del Arma de Caballería y del Ejército de Tierra ha contado, desde el primer momento, con el apoyo de la Armada, de quien depende la iglesia castrense de San Francisco.
El acto lo presidió el Subdirector de Enseñanza del Ejército, general de brigada Martín Zalvide Torrente y contó con una representación del Arma que, encabezada por el coronel Responsable Institucional del Arma, estaba compuesta por el coronel jefe y el suboficial mayor del Regimiento Acorazado «Pavía» 4, el secretario institucional de Caballería y el suboficial mayor de la Academia. Asistieron diversas autoridades civiles y militares, así como una amplia representación de historiadores y descendientes de Alonso Pita da Veiga
BIOGRAFÍA DEL PERSONAJE Y RELATO DE LOS HECHOS
Una vez finalizada la Reconquista, a la monarquía española le surgieron nuevas necesidades militares, especialmente por la rivalidad con Francia. Había que contrarrestar a su poderosa caballería —los famosos gendarmes—, homogénea y cuantitativamente superior a la dispar caballería española constituida hasta entonces por las diversas huestes nobiliarias.
Así, el 2 de mayo de 1493, los Reyes Católicos convencidos de la utilidad de una fuerza que independiente de los nobles velara por la tranquilidad del Estado, crearon mediante una ordenanza las Guardas —o Guardias— de Castilla. Esta norma contemplaba una unidad constituida exclusivamente por tropas de caballería, con una plana mayor y veinticinco compañías, denominadas capitanías, formadas por cien hombres cada una. Cuatro quintas partes eran hombres de armas —armados de punta en blanco con lanzón de arandela y ristre, maza, estoque y escudo— y el resto lanzas ligeras o ginetes, con armadura y armas más ligeras, que recibían este nombre por montar a la jineta, con estribos cortos y piernas flexionadas al estilo moro.
Acababa de constituirse la primera unidad militar permanente de España que, con la lógica evolución que fueron demandando los tiempos, continuaría activa hasta 1704, siendo conocida con el trascurrir de los años como Guardias Viejas de Castilla. Con su creación es cuando, según escribiría el Conde de Clonard, nace la Caballería española como «Arma orgánica, nacional, permanente y homogénea».
Precisamente en las Guardias de Castilla serviría
como hombre de armas Alonso Pita da Veiga.
Nació, probablemente, en Ferrol a finales del s. XV. Único hijo varón del escudero y regidor de Ferrol Pedro Yáñez Morado y de su mujer María Fernández da Veiga. Descendiente de los linajes Yáñez de Leiro, Pita da Veiga, Mandiá y Lago.
Siguió la tradición de las armas, pues varios de sus ascendientes fueron ya caballeros y otros escuderos de la casa de Andrade, Alonso Pita da Veiga ingresó en las Guardias de Castilla y destacó en las guerras tanto de España como en Italia, donde marchó muy joven y figura ya en las filas de las tropas españolas que allí se hallaban a las órdenes de Ramón de Cardona, virrey de Nápoles y capitán general del rey Fernando el Católico.
En las campañas de Italia, tuvo una destacada actuación en la batalla de Vicenza, en 1513, según referencia posterior del emperador Carlos V, que indicaba: «donde os hallasteis y señalasteis muy bien». También en las batallas de Bicoca, en 1522, y Sesia, en 1524, en la que volvió a hacer gala de su comportamiento valeroso, sobre el cual dijo el emperador: «donde os hallasteis y señalasteis como hombre de buen ánimo y esfuerzo».
Pero en su biografía como soldado destaca sin duda su actuación en la batalla de Pavía, considerada la primera gran victoria del emperador Carlos V y que, al cumplirse 500 años, la efeméride principal del Ejército de Tierra para 2025 va a ser «De Pavía a Breda, 100 años de preeminencia de los Tercios españoles en Europa».
El 24 de febrero de 1525, durante la batalla de Pavía, Alonso Pita da Veiga fue uno de los tres hombres de armas españoles —junto al granadino Diego de Ávila y al guipuzcoano Juan de Urbieta— que derribaron del caballo y tomaron preso al mismísimo rey de Francia, Francisco I, a por quien se dirigieron tras localizar la enseña que lo acompañaba. Alonso Pita da Veiga cogió la manopla izquierda del arnés de Francisco I, así como una banda de brocado que llevaba sobre las armas, en la que sobresalían cuatro cruces de tela de plata y un crucifijo de la Vera Cruz que, según detalla en su propia crónica, el rey de Francia intentó rescatar diciéndole que la cruz había pertenecido a Carlomagno.
Además, durante esa misma batalla, viendo que había sido arrebatado por los franceses el estandarte del Serenísimo Infante don Fernando, hermano del Emperador Carlos V y futuro rey de Hungría, que llevaba bordada la insignia del Ducado de Borgoña, arremetió en medio del enemigo y consiguió recobrarlo del poder de los franceses.
Estos hechos los testimonian dos cédulas, una del conde Nicolás de Salm, otorgada en pergamino en la misma tarde de la batalla, y otra otorgada por Francisco I hallándose en prisión.
Años después, en 1529, el emperador Carlos V y su madre la reina Juana I le otorgaron en Barcelona un privilegio en reconocimiento a su entrega, lealtad y servicio, concediéndole un nuevo escudo de armas para él y sus descendientes, en el que se reflejaban los atributos inherentes a su hazaña en Pavía. El escudo, cuartelado en souter —o aspa—, contiene una manopla y la corona real, la banda con las cruces, el estandarte recuperado y las tres flores de lis.
Tras regresar de Italia, casó con María García de Vilouzás, natural de Puentedeume, de cuyo matrimonio nacieron varios hijos. Heredó por línea materna el señorío de Vilacornelle, y vivió en Ferrol, villa en la que también fue regidor, y en la cercana feligresía de Mandiá. Muchos de sus descendientes seguirán el servicio de las armas hasta nuestros días.
Alonso Pita da Veiga, que había manifestado su voluntad de ser enterrado en Ferrol, al igual que sus ancestros, falleció en 1553. Recibió sepultura junto a las gradas del altar mayor de la desaparecida iglesia del antiguo convento de San Francisco, templo que fue derruido a finales del s. XVIII para terminar de construir la iglesia en la que nos encontramos. Si bien se desconoce qué ocurrió con sus restos, se ha dispuesto de la documentación necesaria para determinar con precisión la ubicación de la sepultura original en la actual iglesia parroquial castrense de San Francisco.